Mientras desde el Estado nacional se propaga la estigmatización e invisibilización, un triple lesbicidio sacude a la comunidad LGBT+. Santa Fe se sumó a las marchas en todo el país para exigir justicia.
“¡Lesbiana, lesbiana, lesbiana! Tantas veces como lo tuvimos que callar”. Un grito de guerra, de dolor, de reivindicación, de orgullo. Es el viernes 17 de mayo, fecha en que se conmemora el Día Internacional contra la Discriminación por Orientación Sexual e Identidad de Género, y un nutrido grupo de militantes lesbianas, mujeres, bisexual, travas y maricas grita esos versos de Macky Corbalán en las escalinatas del Teatro Municipal de Santa Fe.
Antes, caminaron por la peatonal en plena tarde de compras, con mucha gente transitando y mirando eso que estaba pasando. Y eso que estaba pasando fue algo bastante inédito para Santa Fe. “Para mí es histórico lo que pasó hoy”, dice sin dudar Mary Mangold, una de las históricas militantes lesbianas de la ciudad. “Primero por el lugar, la peatonal San Martín, y un viernes a la tardecita, cuando históricamente fue el lugar de encuentro para el pre-boliche, la pre-salida. Si esto yo lo hacía hace 30 años, lo mínimo que recibíamos era insultos, lo mínimo”.
Lo que motivó esta movilización e intervención en pleno centro de la ciudad fue el pedido de justicia y visibilización de un triple lesbicidio. Un crimen de odio múltiple del cual tenemos poco registro en el pasado reciente de nuestro país.
Pamela Cobbas (52 años), su pareja Roxana Figueroa (52 años), y temporariamente Sofía Castro Riglos (50 años) y Andrea Amarante (43 años), vivían en un hotel familiar en el barrio de Barracas, de la capital del país. Según testificaron otres habitantes del hotel, su vecino Justo Fernando Barrientos ya las había amenazado en la última navidad, diciéndoles que “las iba a matar”. El domingo 5 de mayo a las 23:30 materializó su amenaza: abrió la puerta de la habitación, arrojó un explosivo casero directamente sobre la cama donde dormían Pamela y Roxana y las prendió fuego.
Testigos del ataque le contaron a Agencia Presentes que cuando las mujeres lograron salir de la habitación, Barrientos comenzó a golpearlas. “Cuando salieron de la habitación prendidas fuego, él les pegó y las empujó adentro, al fuego, de vuelta”, dijo Sergio Araujo, uno de los vecinos. “Éramos cinco tratando de separarlo de ella para que le deje de pegar”, agregó Diego Britez. Semejante saña es un rasgo frecuente en los crímenes de odio.
Tras el ataque, las cuatro fueron hospitalizadas. Pamela, Roxana y Andrea murieron. Sofía sigue en recuperación.
No es libertad, es odio
Días antes de este crimen, Nicolás Márquez, biógrafo y amigo del presidente Javier Milei, fue entrevistado por Ernesto Tenembaum. Para algunes recién llegados, tal vez el nombre de Márquez no les dice nada, pero para la militancia feminista y diversa es un viejo y conocido misógino, homoodiante y reivindicador de la dictadura.
Aunque Tenembaum respondió a algunas de las barbaridades que dijo, la mayor parte del tiempo lo dejó hablar cómodamente para exponer sus “argumentos” y referirse a la homosexualidad como “una conducta insana y autodestructiva”. En tiempos de Tik Tok y consumo efímero, lo que se viralizó fueron esos recortes, no el contrapunto –tarde y tibio– del periodista.
Un poco más acá en el tiempo, el pasado fin de semana, el secretario de Culto de la Nación, Francisco Sánchez, reforzó esas ideas que son, finalmente, las del gobierno de Javier Milei. En su discurso de inauguración de la convención con líderes de extrema derecha que organizó el partido español Vox en Madrid, Sánchez dijo que las leyes del aborto, matrimonio igualitario y divorcio “buscan pervertir a nuestros hijos y hacer daño a la sociedad”.
“Creo que cuando desde lo más alto del poder se propagan y promueven discursos de odio, no lleva mucho más tiempo hasta que aparece o se concreta un acto o un hecho odiante”, dice en diálogo con Pausa el diputado nacional socialista Esteban Paulón. “Si desde el presidente de la Nación, sus principales asesores, incluso hasta el propio vocero presidencial, se minimiza la violencia que recibe el colectivo, se estigmatiza al colectivo en términos de plantear cuestiones y términos que creíamos ya erradicados, como por ejemplo que la homosexualidad es una enfermedad, que mejor curarse para evitar ser víctima de violencia, todo eso genera un clima de odio desde el poder que sin lugar a duda llega a la sociedad y es lo que hemos corroborado en el informe del Observatorio de Crímenes de Odio de la Federación LGBT que fue publicado hace algunas semanas y que ya mostraba desde el inicio del gobierno de Javier Milei un incremento de los hechos odiantes”.
La semana pasada un grupo de diputados y diputadas nacionales de todos los bloques, menos de La Libertad Avanza, recibió a organizaciones LGTBIQ+ que, en el marco de este triple lesbicidio, reclamaron por políticas públicas para la comunidad. Consultado sobre esto, Paulón comentó: “Queríamos conocer de primera mano cómo vive la comunidad este ataque y notamos que hay una enorme sensibilidad y preocupación, que obviamente yo comparto por ser parte también de la comunidad. En segundo lugar, conversamos sobre la necesidad de poder trabajar para que la justicia caratule a este hecho como crimen de odio y como un lesbicidio. Y en tercer lugar nos planteamos el desafío de que este tema no caiga de la atención pública, por eso entre todos los bloques hicimos una declaración que repudia el hecho y que insta a la justicia a plantear la figura penal que estamos pidiendo”.
Al clóset, nunca más
“Marchamos por Pamela, por Roxana y por Andrea, y por todas las lesbianas de nuestra ciudad y de todo el país que hoy en día encuentran en la calle miradas diferentes, actitudes diferentes, de un clima de odio azuzado, asistido y silenciado por el Estado”, dice Romina Fernández, frente al Teatro Municipal, tras la marcha del viernes 17. Y la clave está ahí.
Las generaciones más jóvenes, que quizás asomamos a la militancia LGBTIQ+ con el matrimonio igualitario, 14 años atrás, con la ley de identidad de género, con la ESI, estamos asistiendo por primera vez a la negación de nuestras identidades y nuestros derechos desde el propio Estado, de ese Estado que nos había cobijado con normativas de vanguardia mundial, pero que hoy vuelve a catalogarnos como enfermos y ciudadanos/as de segunda. ¿Qué hacemos con eso? ¿Con qué herramientas hacemos frente a ese escenario bastante inédito de odio y hostigamiento?
“Yo tengo 56 años, la edad de estas mujeres que fueron asesinadas. Recién una compañera me dice ‘ahora ya las jóvenes lo viven distinto, es más fácil todo’, y es mentira”, reflexiona Mangold. “Es mentira porque si esto fuera así no nos hubieran quemado, y te hablo incluyéndome porque lo que nos atraviesa es ese miedo a que nos quemen, literalmente a que nos quemen, y no es un miedo que surge de la nada, sino que lo tenemos incorporado desde niñas, cuando nos decían marimacho, o que esto era algo que se nos iba a pasar. La mayoría de mi generación no es visible, y es un montón no ser visible, es también un mecanismo de defensa para que no te violenten. Y creo que por eso marchamos hoy y debemos seguir haciéndolo, para mostrar que existimos. Yo hoy tengo miedo, pero la diferencia me parece que está en lo que hacemos con ese miedo, y ahí es donde aparece la organización. No nos pueden quitar la calle, la movilización, porque el objetivo es seguir adoctrinándonos a través del miedo para que nos quedemos invisibles como fuimos históricamente”.
“Me parece que lo importante es seguir movilizando, mantener el reclamo en agenda, seguir dándole visibilidad”, aporta en la misma línea Esteban Paulón. “Aquí hay una condición de interseccionalidad para pensar y analizar este ataque, porque obviamente no sólo estas mujeres eran lesbianas, sino que eran pobres, estaban hacinadas en una pensión, en un contexto de marginalidad que incrementa la vulnerabilidad. Yo no recuerdo un ataque odiante a nuestra comunidad tan grave como este en muchísimo tiempo y creo que lo último que puede hacer la sociedad es ser indiferente. Necesitamos que la sociedad se comprometa, que tome conciencia de que el odio mata y que necesitamos seguir apostando a la construcción de una sociedad plural y diversa, una sociedad de paz, donde cada quien pueda desarrollar su proyecto de vida plenamente sin miedo a la violencia, a la discriminación, a la muerte”.