—Buenas, ¿cómo andamos? lo veo como nublado y la mirada perdida.
—Y que quiere que le diga, más que sí que no. Una simbiosis con el ambiente. Si fuera una canción de Franco de Vita le diría: "Y a veces me lleva tan lejos, donde nunca he estado. A veces se me pierde, y vuelve al rato, entre cálido y frío. Este amor es tuyo y mío".
—Más húmedo que frío, pero no rima. A este diálogo le falta un estribillo.
—Sí, ¡la ropa no se seca más! Estoy apelando a prendas olvidadas. En breve jugarán las camisas de botones nacarados.
—"El botón de Nácar" que bella película. La humedad de la capital es el paraíso fungi, por momentos me siento un marsupial erótico.
—El hecho de vestir todo el mes el mismo buzo canguro no le otorga características que no dispone.
—Vio cómo una capucha se va resignificando en el tiempo… puede ser un monje o un verdugo, un skater o una hiyab. También puede usarla un economista cool o ser el pasaporte a la averiguación de antecedentes. Se puede vestir de ninja o de TOE. La capucha es muy versátil, como la economía.
—Hay momentos (son pocos) que me asombra su imaginación. Esa rara capacidad de asociar elementos, limitando con la locura.
—El problema quizás sea ese.
—¿La locura?
—No, que no podamos imaginar más cosas. Estamos atrapados en la ansiedad del tiempo. Siempre es mañana el problema. Faltan más cabezas que puedan desprenderse de la pantalla. La supremacía del capitalismo no es más que una evidente falta de imaginación.
—Ah, qué raro ahí está el planero pop. Otra vez echándole la culpa al capitalismo. “Play it again, Sam”.
—Yo quiero imaginar otros mundos posibles. Un mundo donde quepan muchos mundos. Donde haya alternativas para un buen vivir.
—Yo soy más de otro tipo de invenciones como la alternativa de ser director de YPF y llevar el pago mensual a 70 millones de pesos.
—Claro, yo estaba más en la línea de pensar fugas a otras experiencias donde por ejemplo el trabajo no sea ni el centro ni el regulador. Más cerca de una tribu de Bosquimanos que de una tribu de CEOs
—Usted quiere volver a un estado primitivo y que esto sea un caos.
—Hay días que prefiero un estado primitivo a uno gendarme. El trabajo es y será una tortura. Por ejemplo, un bosquimano del Kalahari dedica entre 12 y 19 horas a la semana a la búsqueda de comida. Cuando le preguntaron a un bosquimano por qué no habían imitado a los pueblos vecinos adoptando la agricultura, dijo: “¿Por qué deberíamos, cuando hay tantas nueces de mongongo en el mundo?
—Qué mongongo, ni qué. No tienen internet, ni redes sociales.