¿Quién quiere ser millonario?

En un contexto de crisis económica, los nuevos gurúes de las finanzas y el crecimiento personal buscan seducir a los jóvenes con cursos online para aprender a hacer plata.

¿Le comprarías algo de vital importancia para la vida (no digo un par de medias, un destapador, un souvenir de ciudad turística) a un señor que te increpa en una esquina, que sale de entre medio de dos contenedores de basura y te dice con voz amable, casi tierna, graciosa, “hola amigo, tengo algo para vos”? ¿Le comprarías? ¿Te quedarías a ver qué producto tiene para ofrecerte? ¿Y si en lugar de mostrarte un par de medias o un destapador tiene un medicamento, un repuesto para el auto, un litro de leche de dudosa procedencia? Si esto no funciona en la vida real, si no funciona en el cara a cara, no funciona en la calle, en la oficina, en esos baños de terminales de colectivo en donde siempre hay alguien vendiendo algo, ¿por qué si funciona en internet?

En este país ya tendríamos que tener la mirada más que entrenada para detectar a un tránsfuga. A ese tipo que siempre te promete cambios mágicos muy, muy rápidos en un corto tiempo, sin mucho esfuerzo, con una fórmula que reaparece siempre en nuestra historia, pero particularmente en las épocas de crisis. Así surgen las ollas que nos quiso vender Sprayette, prometiéndonos que eran de una tecnología de teflón que se usaba en las naves de la NASA y podías tener en tu cocina, para que no te queden pegadas las costeletitas de cerdo que compraste en oferta en el supermercado, que no tenían forma de costeletita ni consistencia de cerdo, pero que de todas maneras comías, porque era lo único que más o menos se ajustaba a tu presupuesto.

En la carrera contrarreloj que vivimos en estos momentos de crisis económica aumentan entonces las posibilidades de que seamos embaucados por el “cuento del tío”. De ahí nacen los nuevos gurúes de las finanzas y el crecimiento personal que con vídeos súper editados en Tiktok y en Instagram les explican a nuestros jóvenes (esos que todavía no han sufrido ni su primer desencuentro amoroso ni su primera estafa piramidal) que con dos o tres simples pasos podés terminar viviendo en unas torres espectaculares en Dubai, disfrutando de la vida que asumimos todos tienen los personajes de “Rápido y Furioso”.

Los “gurúes” en cuestión son pibes de no más de 25 años que, haciendo ostentación de una riqueza exacerbada, venden cursos de cómo hacer para hacer plata en internet. Es cierto, internet es un callejón muy poco explorado por mucha gente para buscar trabajo. Lo cual lo transforma en una gran telaraña que atrapa a todos aquellos que andan desprovistos de información o de herramientas para detectar una buena vieja y querida estafa.

El principal problema con este método es que todo lo que te vende, desde la vida en Dubai hasta salir a comer todos los días unos bifes forrados en oro, es completamente intangible. Si mientras estás orinando en el mingitorio del baño de la terminal se te aparece un señor que promete venderte un cargador de celular a precio muy bajo, vos podés ver ese cargador de celular que proviene de una fábrica coreana floja de papeles, e igualmente tomar el riesgo y comprarlo pura y exclusivamente movido por el deseo de adquirir algo que valga menos de mil pesos.

Estos nenes te venden una entelequia. Aunque ellos ni siquiera conozcan esa palabra.

Y adivinen que: estos púgiles no nacieron ayer, o al menos su fortuna no nació ayer. Cuando rascás un poquitito los apellidos, los linajes, resulta que algunos son hijos de conocidos jueces o usaron la plata de la empresa familiar para volcarse al mundo digital. La otra cuestión es que no inventaron nada. Esta nueva mezcla de cursos online con esquema Ponzi la vienen choreando de los Estados Unidos que, sabemos, es la usina de estupideces más grandes del mundo.

Lo último mágico que alguien invento fue el puré de papas deshidratado. Es la única cuestión que yo puedo reconocer que solucionó un problema, pero después de ahí para acá no se me ocurre una sola cosa que los Estados Unidos hayan aportado al mundo. Jamás.

Y para copiar ese ejemplo, estos baby Caputos andan con unas camisas de seda abiertas hasta la mitad del pecho, flasheando un discurso de “macho proveedor”. Se pasan horas en el gimnasio para tratar de tener un cuerpo musculoso y usan una caminadora mientras dan sus “clases” (que no son más que dos o tres powerpoints leídos por Zoom). Usan palabras en inglés que no entendería ni el mismísimo Lobo de Wallstreet como “appointment setter, up front y back front, down payment”. Y prometen que con su método vas a ganar entre 3.000 y 10.000 dólares por mes.

He aquí el epicentro de mi duda: ¿Por qué alguien que descubrió un método mágico, que genera tanta guita, va a socializarlo? ¿Por qué no se lo guarda, como a todas las grandes ideas? ¿Por qué no se lo encanutan como los laboratorios se esconden las fórmulas de los medicamentos? No existirían las agencias de inteligencia ni los sistemas mundiales de espionaje si cada vez que alguien descubriera algo espectacular que puede cambiar el curso de la historia, no definiera que es mejor guardarlo, tenerlo cerrado bajo 14 llaves para que otra persona no se lo robe y lo haga mejor que él.

Nos tratan de estúpidos a los que vamos a la universidad, a los que tenemos un trabajo en relación de dependencia, a los que aspiramos a una buena jubilación. Para ellos, la vida es el aquí y el ahora. Pero rara vez se los ve en compañía de alguna señorita o saliendo con los amigos. No son más que un par de nerdos que lograron, a raíz de tener muchas visitas en TikTok y en Instagram, llegar a un estilo de vida un poquito más alto que el resto de los nerdos.

A los pesos les dicen “los podridos”. A las feministas nos dicen las “gordas de pelo azul”, lo cual, debo decir a favor de ellos, en mi caso es una descripción muy acertada. Roban también de los gurús de finanzas norteamericanos un sistema que es infalible: critican todo lo que la gente ama porque así consiguen interacciones en sus cuentas de TikTok. De ahí es que surge su bronca contra las feministas, la forma en la que descaradamente le están diciendo homosexuales a todos los pibes que no van al gimnasio y su masculinidad ultra impostada.

A lo lejos puedo decir que es obvio que están todo el tiempo buscando la validación masculina. No quisiera meterme en sus pequeños cerebritos para ver qué ha pasado con sus padres. Un motivo más para pedir que abracen a sus hijos varones.

Esos discursos crecen como hongos en el vaho de las ilusiones rotas, de la desilusión, de la frustración. Un país que nos dio a Giselle Rimolo prometiéndonos cirugías milagrosas debería, hoy por hoy, tener la vara más alta. Pero parece que no la tenemos.

Me preocupan los estafados. Pienso en ese pibe que se pasó horas arriba de su bicicleta juntando plata con Pedidos Ya para llegar a los mil dólares que sale la membresía del “club de negocios” que estos chicos te venden. Lo pienso usando todas esas palabras extrañas que alguien generó para que el sistema sea específicamente confuso, para que nadie sepa muy bien en qué consiste. Los veo usando expresiones como ·escalar el negocio, prospectar, cerrar, closear”. Hablando en splanglish como si fueran Jon Secada en la década del 90.

Nuestros varones están pasando por una etapa emocional muy fulera, diría Nazarena Vélez. Le han confiado a un presidente rockstar los devenires del país. Y les darán ahora a sus nuevos gurúes los pocos ahorros que les quedaron. La plata que hubieran gastado en una play, en irse de vacaciones con su novia, en comprar una motito o en hacerles un buen regalo a su mamá, va a ir a parar ahora la canaleta de estos otros pibes que por el puro gusto de sentir que no son invisibles, les van a cagar la vida, la juventud, el futuro y no se van ni a mosquear en el intento.

No sé qué pasa con las mujeres. Creo que sucumbimos ante otros discursos, nos interpelan otro tipo de estafas, pero esta del niñato que quiere exaltar su masculinidad, poniéndose una camisa carísima y dejándosela desprendida para que se le vean los pechos, como si fuera quizás eso una forma que usan para tapar las deficiencias en otros aspectos de la vida, ya la hemos visto. Se nos crea un filtro natural para detectar al inútil a lo lejos, antes de escucharlo hablar.

Los pibes que sucumben son cada vez más jovencitos. Las últimas tandas de video que he visto en TikTok muestran a nenitos de 12 años que están rifando la plata que les regalaron para su comunión. Apenas si saben pronunciar bien las s y no pueden preparar bien la leche con chocolate, pero ya aparecen para vendernos que ellos facturan 3.000 dólares por mes. Que con este sistema de appointment setters, leads, ventas, sales, closers, en un par de años van a terminar siendo Marcos Galperin. Sin saber que Galperin no llegó a donde llegó comprándole el método a otro pibe que con la camisa abierta trató de explicarle el mundo, sino que llegó a donde llegó porque tuvo una buena idea y después el Estado hizo durante mucho tiempo la vista gorda con sus impuestos.

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