Por Juan Pablo Gauna
El agua verdosa tiñe de misterio el ambiente, los canales son angostos, y en los tramos más amplios los espacios se recortan por las trajineras ―botes típicos de gran tamaño. El paisaje es pintoresco, ya que combina la naturaleza con las embarcaciones coloridas, el ir y venir de los turistas y el son de los mariachis.
Los lugareños comentan que: “esta es la Venecia de México”, “aquí se hace la principal producción de flores de la Ciudad de México”, “este es el hogar de los ajolotes” ―renacuajos anfibios―, “este lugar se usa mucho para celebrar bodas en las trajineras”, “acá los gringos gastan lo que quieren en banquetes sobre el lago”.
Xochimilco ―en lengua náhuatl― o “el terreno cultivado de flores”, es una delegación dentro de la capital mexicana ubicada en el Sur; zona de lagos y chinampas ―técnica agrícola desarrollada por los pueblos originarios en forma de islas flotantes― que sobrevivieron a la modernidad, y donde convive el turismo y la agricultura. Allí se paga por paseos en trajineras, donde se ofrece la degustación de platos típicos y mariachis entonan canciones típica mexicanas.
Al lugar se arriba a través de los minibuses turísticos que salen diariamente desde el casco histórico de la ciudad, o a través del nutrido sistema de transporte local. Las ferias de artesanías dan la bienvenida a las chinampas de Xochimilco, reconocidas en 1987 como patrimonio cultural de la Humanidad ―UNESCO. La venta de productos característicos del folklore mexicano está a la orden del día, con ofertas que incluyen ornamentos para el Día de Muertos; vestimentas típicas, como sombreros de charro, guayaberas y máscaras de lucha libre; y tequilas de colección.
Una vez embarcados en la trajinera, se comparte travesía con turistas de todo el mundo, principalmente de América, donde el intercambio cultural es ineludible y pululan las anécdotas hedonistas. El suave andar de los botes permite el relax y el recitado de historias y leyendas por parte de los lugareños. El imponente sistema de cultivo prehispánico entusiasma a los visitantes, quienes buscan divisar algún ajolote en las aguas, o apreciar flores de ensueño en las costas de este Área Natural Protegida. También el comercio está a la orden del día, ya que vendedores ambulantes saltan de bote en bote ofreciendo joyas, micheladas (cerveza con un toque de jugo de limón, chile y sal), elotes a la parrilla (maíz en mazorca), y canciones típicas al paso, de la mano de mariachis que aparecen subrepticiamente en sus propias trajineras. La calma se interrumpe al ritmo de Cielito lindo y El rey, en un canto que produce comunión entre todas las personas presentes.
Este ecosistema privilegiado combina la belleza paisajística, la milenaria historia local y los servicios turísticos. Su gran espejo de agua tiene una superficie aproximada de 2.600 hectáreas, y está compuesto por una red de canales de 170 kilómetros de extensión. El dinamismo de la industria turística es evidente en la zona, ya que Xochimilco recibe alrededor de 2 millones de turistas al año, siendo uno de los destinos más populares de la Ciudad de México. Aquí los sabores locales se combinan con el murmullo de los paseantes, las fotos y los videos que se toman por doquier desde los teléfonos personales.
La delegación Xochimilco tiene 442.000 habitantes, y además de la vibrante vida turística cuenta con una intensa vida académica. Precisamente, enfrente de la ciénaga grande del Parque Ecológico Xochimilco, en dirección Oeste, está emplazado el campus de la Universidad Autónoma Metropolitana, dependencia de una de las universidades más grandes del país. Hacia el sur del predio se halla una barriada con complejos habitacionales construidos por el Gobierno de México, que indica la preocupación de las políticas estatales en materia de acceso a la vivienda y a los estudios superiores.
Ingresando por el pórtico Sur, se accede al campus universitario a través de un sendero que bordea un campo de juego de fútbol, con gimnasio y vestuarios circundándolo. Avanzando, se deja atrás un playón utilizado para actividades múltiples (por ejemplo, como vacunatorio), a continuación, se observa la Biblioteca y el comedor universitario. La arquitectura sorprende por la amplitud de los espacios y las obras de arte que se ubican al interior de los distintos pabellones. Esta infraestructura es la que respalda a las 18 carreras de grado que se cursan en la casa de estudios, y de la cual egresan por año 2.500 estudiantes.
La UAM-Xochimilco también cuenta con una rica historia de intercambio cultural, ya que fue refugio de exiliados latinoamericanos durante las décadas de 1970 y 1980, donde se destacó el caso del argentino Héctor Schmucler, especialista en los Estudios en Comunicación, fundador de la carrera de Comunicación en dicha Universidad, y protagonista destacado del exilio, gracias a su participación en redes intelectuales y a la producción de revistas político-culturales como: Controversia para el examen de la realidad argentina (1979-1981) y Comunicación y Cultura (1973-1985).
En UAM-Xochimilco persisten las huellas de los Argenmex, a través la documentación histórica conservada y las herencias intelectuales capitalizadas por investigadores mexicanos. Otro ejemplo de ello son los proyectos de investigación e intercambio docente entre la UAM-X e instituciones argentinas como la Universidad Nacional de Córdoba y la Universidad Nacional de Entre Ríos.
Abandonamos la delegación universitaria con sus maestrías y doctorados, y las granjas flotantes con sus tecnologías aztecas tradicionales, respirando un aire que combina saberes, cultivos y vínculos con la naturaleza. Esta porción de la Ciudad de México asombra a propios y extraños, tanto por lo sofisticado de algunos aspectos de su civilización, como por lo violento de algunas expresiones vinculadas al narcotráfico. CDMX alberga al mismo tiempo agroecología y polución ambiental, escribiendo un capítulo más de las contradicciones latinoamericanas.