Diálogos de amigos. Desde la primaria, sentado a un banco de distancia. De galletitas y leche tibia en las tardes de pueblo. De lecturas y talleres literarios. Manda un mensaje unos días atrás y avisa que viene el sábado a la noche. “Miremos el partido juntos”. Por supuesto, querido. Amigo de poco concepto futbolero, pero fanático de Messi. De los que activan el modo mundial al toque y se ponen tras las filas de la Scaloneta sin dudar. Viene, come, descansa en casa y sigue su viaje. Un privilegio de amigo. Llega justo a tiempo, siempre me regala un libro y deja sus marcas entre pensamiento filosóficos.
–¿A quién le hicieron el penal?
–Montiel tiró el centro.
–¿Pero a quién le pegaron la patada?
–No, fue mano. El jugador de Perú la tocó con la mano.
Una cámara para seguir a Messi y otra para Di María. Una cámara se queda quieta y le pone subtítulos al Capitán del banco. La otra acompaña cada zurda y sutileza del Capitán en cancha. El 10 y el 11. Rosarinos enfocados. Una cámara que nos diga cómo están, que los muestre entre risas, caños y abrazos. Que confirme que están bien, que disfrutan de este triunfo y de cada momento de la Copa. Lautaro le regala su festejo Lionel, aparece en su cámara. El tributo presente. Ángel aprovecha el plano corto para demostrar grandeza y ceder el penal. Prescinde de otra noche redonda e histórica: era asistencia y gol, pero fue grandeza y hermandad. Un gesto poderoso, mucho más potente que cientos de palabras. Otro guiño de equipo, como cuando Álvarez grita desaforado los goles de Martínez. El todo por encima de las partes.
–Mirá, Cuti Romero, otro de los que se quedó afuera.
–Si, igual ese es Rulli. Es parecido cuando se pone la mano en la cara.
Amigo de esta selección sin esquema. De formación cambiante, pero con la misma esencia. Es un equipo de ideas. De carácter y nombres propios. De Messi y Di Maria. De mate y rebelión. De asado y buena vibra. Una selección de pases cortos. De templanza ante la adversidad. De romper el arco y picar por encima del portero. De atraer y jugar contra las cuerdas. De generar espacios y sumar toques para regalar otro gol de colección. Un colectivo lleno de amagues y picardía. Un bloque en 20 metros. De estrategia y repentización. Áspera y volcánica. Un equipo de batallas, roce y adrenalina. De capitanes y juventud. De potrero argentino y europibes. De cábalas y nuevos récords. De sueños cumplidos y de una voracidad inaudita. La inolvidable selección que vivirá para siempre entre las fábulas del futuro.
–Vi poco la Euro, che. Solo sé que Italia dejó afuera a Croacia. ¡Pobre Djokovic!
–Modrić. Era Luka Modrić el que lloraba.