El recorte del himno es un déjà vu de emociones diversas. La melodía de un momento inolvidable. Messi con una sonrisa previa. Llegando al estadio y haciendo un precalentamiento.
Un recorte del himno nos pone en modo Qatar. Shakira no canta la canción oficial pero las luces y el estadio confirman que la cita es importante. Sabemos que todo allí es espectacular y también conocemos la magnitud del negocio, pero suena ese pedacito del himno y nos dejamos llevar. Recordamos el colegio, los actos patrios de la primaria, los disfraces y el privilegio de llevar la bandera. También volvemos a otros mundiales: los adolescentes, los que mirábamos con el viejo, los tristes, los que disputamos finales y los que supimos conseguir. El recorte del himno es un déjà vu de emociones diversas. La melodía de un momento inolvidable.
En este inicio hay que revalidar los escudos y las estrellas doradas. Nunca terminan las pruebas y las exigencias. Ahora somos el equipo multicampeón. El rival a vencer y el que puede tropezar en cualquier momento. Lo sabe Angelito Di María, y nosotros somos felices de aplaudirle las últimas gambetas y esos toques punzantes de una zurda épica. Lo recibimos con aplausos y lo despedimos igual, cuando es sustituido. Ojalá entre y salga la mayoría de los partidos. Merece todas las palmas que un estadio pueda ofrecerle.
Messi con una sonrisa previa. Llegando al estadio y haciendo un precalentamiento. Tomando mates con los pibes. Siendo padre, novio y amigo. Dando notas descalzo, en el sillón de su casa. Riendo, sintiendo y viviendo como si no fuera Messi ¿Como pudo? ¿Cómo fue que sobrevivió a ser Lionel Andrés durante tantos años? Ojalá su sueño por descubrir las maravillas turísticas de este país pueda hacerse realidad. Que abran las cataratas solo para ellos, y vuele de norte a sur, por cada belleza de esta patria que lo idolatra. Debería ser ley que Messi y los suyos recorran Argentina.
El primer gol llega rápido, para destrabar el segundo tiempo y amenizar el desenlace. El segundo gol llega antes: en el edificio donde estamos, varios gritan desaforados con 20 segundos de antelación. Nuestra conexión de internet viene retrasada y podemos ver el entramado de la jugada. Apreciamos la secuencia completa, un pase tras otro, recorriendo el campo con ese sentido de grupo que los une. Hacemos silencio, y nos dejamos iluminar por la resolución. Es un golazo, advierto, aunque Messi no ha soltado el pase, ya nada puede quitarle ese rótulo.
Vamos a intentarlo una vez más, dijo el Capitán. Soplará las velas, como es habitual, con la pilcha de la selección puesta. Sin amigos, ni familia para abrazarlo. Con sus sueños y compañeros de Scaloneta. Messi y sus palabras. Messi y sus gestos. Messi y lo extraordinario. Un recorte del himno nos pone en modo Qatar. Todo sigue igual de bien. Juegan los que están mejor. Se juntan y hacen de las suyas. Nos encanta verlos tocar, aquí y allá, en el alargue de una final imborrable y en el inicio de este gran torneo que nos vuelve a ilusionar.