El nacionalismo incompleto de Javier Milei

La defensa de la soberanía por parte de Milei se agota en el fútbol. Una sobreactuación en línea con las derechas europeas que deja a la vista la disociación entre lo que se dice y lo que se hace.

No hay mejor ejemplo para ilustrar la disociación entre lo que se dice y lo que se hace que las últimas publicaciones del presidente Javier Milei y su vice Victoria Villarruel en las redes sociales.

El escándalo por los cánticos racistas de la Selección Argentina, pocas horas después de ganar la Copa América, provocó un mini tsunami diplomático con Francia. A la luz de la indignación popular y mediática, el presidente salió a sobreactuar una posición nacionalista en un área que no reviste mayor interés para el país, más allá de su carácter simbólico y cultural.

Repasemos los primeros hechos:

  • El lunes 15 se viralizó un video de Enzo Fernández en el que se escucha un fragmento de un cántico con alusiones racistas y transfóbicas dedicado a Francia. De inmediato, varios jugadores franceses repudiaron la publicación del volante argentino.
  • El martes 16, la Federación Francesa de Fútbol condenó “los inaceptables comentarios racistas y discriminatorios” contra sus jugadores y anunció que llevarán el tema a la FIFA para pedir sanciones.
  • El mismo martes, Enzo Fernández publicó un pedido de disculpas: “Me opongo a la discriminación en todas sus formas y me disculpo por quedar atrapado en la euforia de nuestras celebraciones (...) ese momento y esas palabras no reflejan mis creencias ni mi carácter”.

Parecía que ahí se terminaba todo. Pero al día siguiente, al calor de un debate que fue escalando en la opinión pública, el gobierno nacional se montó sobre el tema:

  • El miércoles 17, el subsecretario de Deportes de la Nación, Julio Garro, pensó que era buena idea meterlo a Lionel Messi en el sainete: “Creo que el capitán de la Selección debería salir a pedir disculpas, lo mismo que el presidente de la AFA” porque “es algo que nos deja mal parados como país”.
  • Por la tarde, después de un furibundo troleo contra Garro en redes sociales, la vicepresidenta Victoria Villarruel aportó su cuota de nacionalismo: “Argentina es un país soberano y libre. Nunca tuvimos colonias ni ciudadanos de segunda. Nunca le impusimos a nadie nuestra forma de vida. Pero tampoco vamos a tolerar que lo hagan con nosotros (...) Ningún país colonialista nos va a amedrentar por una canción de cancha”.
  • Por la noche, la Oficina del Presidente anunció el despido de Garro con una exaltación triunfalista de la Selección: “Ningún gobierno puede decirle qué comentar, qué pensar o qué hacer a la Selección Argentina campeona del Mundo y bicampeona de América, ni a ningún otro ciudadano”.

Nacionalista en la cancha, neocolonial en el gobierno

Aunque introducen conceptos novedosos para la literatura libertaria –como soberanía y colonialismo–, la sobreactuación patriótica de Milei y Villarruel no sorprende.

El gobierno entiende que el juego es asemejarse a las derechas europeas que tanto admiran, con sus discursos nacionalistas y sus posturas inflamadas –y también sobreactuadas– contra la inmigración y la integración de los pueblos.

El mismo gobierno que ha desplegado una política económica neocolonial, con concesiones de vasallaje a favor de las grandes potencias, ahora hace culto de un valor –el nacionalismo– que solo tiene sentido si es completo: si se aplica a las acciones reales, a las conductas y al pensamiento que guía la toma de decisiones.

La Copa América y el video de Enzo Fernández le dieron pie a Milei para conectar con el nacionalismo más rústico, aquel que se olvida de “lo nacional” en su más amplio alcance y pone el foco en lo superficial: en este caso, el folclore del fútbol con sus aditamentos (¿inseparables?) de racismo, odio de género y chauvinismo.

Resulta llamativa la defensa de la soberanía nacional por parte del mismo gobierno que, por circunstancias políticas, no quiere hacer tratos económicos con Brasil –un aliado estratégico–, que además trabaja en forma visible contra la integración regional –el reciente faltazo del presidente a la Cumbre del Mercosur es todo un síntoma– y que tiene una posición genuflexa sobre Malvinas.

La Patria es el fútbol... y mucho más

El verdadero nacionalismo debe partir del respeto por la autodeterminación de los pueblos: el que Argentina tiene que ejercer hacia los demás y exigir para sí misma. Nada más alejado de las bravatas libertarias, que ahora increíblemente reivindican “el coraje de los indios” mientras desmantelan a diario el tejido social, solidario y federal sobre el que se construyó nuestro país.

Ahí hay una curiosidad, porque se trata del mismo gobierno que defendió, a través de la ministra Patricia Bullrich, el genocidio de los pueblos originarios en la Campaña del Desierto y que no opone ninguna resistencia al ingreso de capitales extranjeros en nuestra Patagonia. Una de las zonas más bellas de nuestro país, en venta al mejor postor como la energía, los minerales, las empresas públicas y la infraestructura nacional.

No es la primera vez, ni será la última, que un gobierno apela al populismo de tribuna para ensayar discursos embravecidos contra los países dominantes al mismo tiempo que demuelen todos los diques de defensa de los intereses nacionales.

El verdadero nacionalismo, la defensa irrestricta de la Patria, se construyen día a día con cada acción. Es lógico que el gobierno –al fin y al cabo, en su derecho– buscará seducir al ciudadano de a pie, hastiado por la crisis, la inflación, la inseguridad y la incertidumbre económica, con cantitos de cancha y discursos tribuneros. Pero ahí falta algo. La coherencia (¡por favor!) consiste en conectar lo que se dice con lo que se hace.

Ojalá los próximos tuits de la Oficina del Presidente anuncien medidas que apunten a una defensa real de la Argentina y de los argentinos en los hechos concretos, en las políticas públicas y en las decisiones económicas. En esa cancha se juega el partido que nos importa de verdad.

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