El concejal Leandro González brindó su opinión sobre la habilitación al desembarco de capitales privados y extranjeros en los clubes de fútbol.
Por Leandro González
En medio de la crisis económica, el Gobierno nacional ha decidido abrir una nueva grieta: la de los clubes deportivos. Con temas urgentes del país irresueltos, se impulsa una discusión que debe respetar nuestra cultura, nuestra historia y el verdadero espíritu de estas instituciones que son vitales para nuestras comunidades. Este debate debe darse en el Congreso Nacional.
En los últimos días, la Inspección General de Justicia de la Nación dictó la Resolución N° 15/2024, buscando instalar en la opinión pública, la idea de que se está regulando la figura de las Sociedades Anónimas Deportivas (SAD). Sin embargo, la realidad es que dicha resolución nada tiene que ver con las SAD, sino con el empecinamiento que tiene el gobierno nacional por modificar la estructura de los clubes deportivos que funcionan como asociaciones civiles y de la Asociación del Fútbol Argentino (AFA). Todo esto, al calor del éxito deportivo del equipo encabezado por Leonel Scaloni y Lionel Messi en la Copa América 2024, del cual el gobierno es ajeno.
La primera aclaración a realizar es que, en la República Argentina las SAD no existen como figura jurídica posible. Este es el primer error y la primera falacia del relato construido. Las reformas difundidas están enfocadas en simplificar los trámites de inscripción de todo tipo de sociedades y asociaciones, allanando el camino a capitales extranjeros con menos exigencias y controles, pero las Sociedades Anónimas Deportivas aún no están contempladas en nuestra legislación vigente. En un país como el nuestro, con una economía inestable y controles financieros debilitados, abrir las puertas a capitales extranjeros sin el debido respaldo legal, resulta extremadamente peligroso.
Se presenta el riesgo de que los capitales que ingresen para invertir en sociedades vinculadas a clubes de fútbol o, incluso, a clubes de escala barrial, sean de origen dudoso e, incluso, que puedan estar vinculados a actividades ilícitas como el narcotráfico o el blanqueo de activos. Si el gobierno realmente pretendiera un debate serio, la discusión debería comenzar donde corresponde: en el Congreso de la Nación Argentina.
Allí es donde se debe discutir y analizar la creación de las Sociedades Anónimas Deportivas con el respeto a los indicadores y parámetros de calidad regulatoria necesarios para establecer un sistema de contrapesos, controles y medidas adecuadas para evitar posibles perjuicios, y no permitir que estas entidades sean arrastradas por los cantos de sirena de mayores recursos provenientes del exterior o de nuestro propio país.
Basta con solo mirar lo que ocurre en otros países para comprender los riesgos. En México, las empresas no tienen límites para adquirir franquicias deportivas, lo que ha llevado a la desaparición de clubes, la modificación de sus sedes y la venta de sus plazas. Vale aclarar que, en países como España, Chile, Brasil o el propio México, aunque existen diferentes tipos de regulaciones cuyo éxito ha sido escaso, sí están enmarcadas con fuerza de ley.
Quitando el ojo en lo macro, y con la mirada puesta en la ciudad, nuestros clubes de barrio son mucho más que simples entidades deportivas. Son espacios de encuentro, de formación y de desarrollo social. Son el lugar donde nacen y crecen nuestras estrellas deportivas, como Messi, el "Dibu" Martínez y tantos otros que forman parte de nuestra "Scaloneta" y de la selección. Plantear su conversión de asociaciones civiles profundamente arraigadas en nuestra cultura popular, atraídas por un sinnúmero de sentimientos y emociones capitalizadas a lo largo de décadas por el apoyo de sus socios, a sociedades comerciales bajo el actual vacío legal, sería de un riesgo mayúsculo.
La historia y la identidad de nuestros clubes deportivos no pueden ser sacrificadas en el altar de la improvisación y el interés económico. Cada estadio, cada cancha de barrio, cada trofeo ganado con esfuerzo y dedicación representa mucho más que un simple balance financiero. Representa la esperanza, la unidad y el orgullo de nuestras comunidades.
Este debate no puede abordarse de la manera en que el gobierno parece querer imponer su idea. No basta con la voluntariedad de los clubes, se necesita de una legislación específica que habilite una figura societaria que hoy no existe en Argentina y que sea producto de un debate legislativo serio y de calidad que evite que una nueva discusión agrietada por disputas entre el gobierno nacional y la AFA, no se lleve puesto a nuestros clubes e identidades.
Esta nota no es más que un llamado a todos los socios, hinchas y ciudadanos: defendamos nuestros clubes, defendamos nuestra identidad. No permitamos que el brillo de las promesas vacías nos haga perder de vista lo que realmente importa. Exijamos un debate serio, con las garantías necesarias para proteger lo nuestro. Porque al final del día, los clubes son de sus socios, de su gente, y deben seguir siendo un bastión de nuestra cultura y nuestras pasiones. No es solo un juego. Es nuestra historia. Es nuestro futuro. Y tenemos que defenderlo.