El partido político atraviesa una crisis interna resultado de los enfrentamientos entre dos de sus líderes, Macri y Bullrich. La discusión: el debate sobre la cuestión libertaria y la estrategia electoral hacia el 2025.
En el marco de una oposición debilitada y un oficialismo que aparenta conservar sus niveles de aprobación, el PRO busca renovar su perspectiva nacional. La vuelta de Mauricio Macri al liderazgo –al menos formal– del partido y su nueva estrategia dejó al PRO fracturado hacia su interior. En esta oportunidad, elevó aún más la tensión con la ministra de Seguridad, Patricia Bullrich, y todos sus seguidores internos.
La discusión entre ambos ya había tomado carácter público. Bullrich está plenamente decidida por una “fusión” del PRO en La Libertad Avanza (LLA), mientras que Macri quiere conservar la identidad y la autonomía partidaria. Al mismo tiempo, el expresidente no se opone a la estrategia electoral conjunta con Milei, pero con la competencia de listas de cada sello partidario.
En este caso, el expresidente empujó a Bullrich fuera de los cargos partidarios. El acuerdo era que la ministra de Seguridad ocuparía la presidencia de la Asamblea del PRO, un órgano relevante para la definición de alianzas, y Macri, la presidencia del Consejo Nacional. Finalmente, Macri desconoció el acuerdo, propuso al diputado nacional y exintendente de Pinamar, Martín Yeza, y así rompió con el bullrichismo que se fue del evento no sin hacer toda una escenificación.
Pero Bullrich rápidamente anticipó que no romperá con el PRO, aunque formalmente quedó consagrada una línea interna que abiertamente buscará la alianza con Milei. Lo que no queda claro es la postura del PRO bajo el liderazgo de Macri, cuya asamblea definió en su orden del día que "el PRO no se fusionará con La Libertad Avanza", pero en la siguiente línea sostiene: “Apoyamos al gobierno de Javier Milei y todas las iniciativas que acompañen el cambio que la Argentina votó”. Para quedar bien con Dios y con el Diablo.
Por otra parte, podría llamar la atención la repentina voluntad de Macri por proteger su partido político luego de haber profundizado la competencia interna de liderazgos durante su alejamiento desde 2019, y después, firmarle un cheque en blanco a Milei en el ballotage. Sin embargo, hay un punto en común: la resistencia de Macri a perder centralidad y concentrar el poder decisorio solamente en su figura. Un rasgo bastante característico desde los orígenes del PRO.
De la presidencia a la penitencia
“El debate que quiero dar en el PRO no es un debate de cargos, es mucho más profundo: es un debate de rumbo”. Así se dirigió Bullrich sobre la interna con Macri minutos antes de la asamblea en un comunicado publicado en sus redes. La frase de la ministra coincide con algunas expresiones que circularon desde el entorno libertario: el enojo de Macri es “por los cargos”.
Al mismo tiempo, la frase de Bullrich menciona un aspecto central sobre el que el PRO redundó en los últimos años: el debate por el rumbo. Un debate que se remonta ya a los inicios de la gestión de Cambiemos. Esa primera ruptura de gestión estuvo vinculada a las políticas económicas: por un lado, la presencia de los sectores “gradualistas”, y por otro lado, los partidarios del shock.
Con el fracaso de la gestión económica, el proyecto reformista a medias tintas y las crecientes críticas “por derecha”, Macri se vio acorralado en su liderazgo político. Su primera medida fue la renovación de las autoridades partidarias y la colocación de Patricia Bullrich en la presidencia del partido. Bullrich había sido una de las pocas ministras que conservaron su cargo a lo largo de toda la gestión presidencial macrista. Incluso, las encuestas parecían mostrar una mayor imagen positiva de Bullrich frente a la del expresidente.
Este proceso de reestructuración del PRO no fue sin resistencia, ya que implicó una profunda competencia entre liderazgos internos, fundamentalmente, con el de Horacio Rodríguez Larreta. La nueva división entre “halcones” y “palomas” atravesó su etapa de mayor tensión en la campaña presidencial de 2023. Y parte de esa tensión fue fogueada por el expresidente, que se mostraba más hostil con Rodríguez Larreta.
Macri y Bullrich coincidieron en acercarse a sectores más radicalizados en el campo de la derecha y adoptar discursivamente su estilo y su agenda política desde 2020. Una agenda que cada vez imponía más personajes como Javier Milei y sus adherentes. Pero Bullrich dejó a un lado ese coqueteo en su carrera presidencial, mientras que Macri osciló entre la defensa del PRO y los elogios al competidor que los corría por derecha. De esta manera, la actitud de Macri poco solidaria y orgánica con su partido deterioró la relación con Bullrich.
Ya con la derrota de Bullrich y el acuerdo prearmado de Macri para ponerle la firma a la candidatura de Javier Milei en la segunda vuelta, la relación entre los líderes del PRO entraría en caída libre. Si bien lograron el acuerdo previamente mencionado sobre los cargos que ocuparían hacia el interior del partido político, las reiteradas menciones de Bullrich a acabar fusionando el PRO con LLA y el despido con denuncias de corrupción del secretario de Seguridad, Vicente Ventura Barreiro, una figura que responde al dirigente del PRO, Cristian Ritondo, aumentó la tensión con el macrismo. Por este motivo, Macri ya había comenzado a idear la recuperación de su protagonismo en desmedro del liderazgo de Bullrich.
La estrategia de Macri y su visión
Del entorno cercano a Mauricio Macri habían afirmado que el líder del PRO estaba esperando la aprobación de la Ley Bases y el paquete fiscal para poner en marcha un operativo de diferenciación con el Gobierno nacional. Esta estrategia contó de dos pasos: por un lado, la publicación de un informe de la Fundación Pensar con críticas hacia la gestión libertaria, y por otro lado, el mensaje publicado por Macri hacia Milei para exigirle el cumplimiento del fallo de coparticipación de la Corte Suprema de Justicia.
Si bien las críticas del informe del think tank macrista fueron más bien leves, cumplieron dos objetivos principales. Primero, criticar la gestión de Patricia Bullrich, al mencionar que “los piquetes acumulan 4 meses de subas”; y segundo, hacerse notar frente a Javier Milei, cuya tolerancia a las críticas se ha demostrado más bien ínfima, sin importar el grado o la profundidad de las mismas.
Pero aún restan dos aspectos centrales sobre la vuelta de Macri al centro de gravedad del PRO y su pretendida diferenciación. En primer lugar, la recuperación del partido político con o sin alianza electoral con LLA necesitaría un proyecto político diferencial como correlato. Con el deterioro de su imagen “nuevista” y sus críticas cosméticas al gobierno de Javier Milei acompañadas de un apoyo incondicional en cada medida, resta para la coalición dirigente del partido diseñar una plataforma que lo diferencie de su principal competidor con quien comparte electorado. Es decir, plantear un horizonte político para el PRO que justifique la autonomía que busca defender Mauricio Macri y evitar la desaparición del partido político que surgió al calor de la crisis del 2001.
En segundo lugar, el desafío de “administrar” el enfrentamiento del expresidente con Bullrich. La ministra de Seguridad sigue conservando –por ahora– en su electorado una buena imagen asociada a su gestión en dicha cartera, y recursos políticos hacia el interior del PRO, como una parte de la bancada de Diputados que responden a su liderazgo o la creación de “PRO Libertad” como bloque en la Legislatura bonaerense separado del PRO.
Por lo tanto, Macri deberá evaluar si la ruptura con Bullrich puede ocasionar la pérdida de un activo político para el PRO y una sangría de dirigentes encolumnados detrás de su liderazgo. Y, eventualmente, que el PRO quede mal posicionado frente a las elecciones legislativas de 2025, porque el año que viene será la renovación de las tres bancas del Senado de la Nación para el distrito de la CABA, el principal bastión del PRO.
De esta manera, si Patricia Bullrich decidiera competir por una banca del Senado tendría capacidad de negociar tanto con PRO, por su capital político construido hacia el interior del partido, como con LLA, que podría presentar una candidata competitiva y popular en su electorado frente a otras candidaturas posibles menos conocidas.
De algún modo, la vuelta (oficial o más activa) de Macri a la vida partidaria y su intención de fortalecer y recuperar el caudal electoral del PRO deberá ser cautelosa. Es decir, si piensa que cuando el gato no está, los ratones bailan, tendrá que cuidar que los ratones no se amiguen con el león.