Milei y los jóvenes

Milei y los jóvenes. ¿Cuál fue el impacto de la reacción antifeminista entre los varones y en qué medida ayudó al crecimiento del libertario? Ante los malestares y frustraciones de los pibes, ¿es posible construir puentes? ¿Y con qué políticas públicas?

Por Instituto de Masculinidades y Cambio Social

Luego de la victoria electoral de Javier Milei en noviembre de 2023, han circulado decenas de análisis e hipótesis sobre los motivos de su triunfo, caracterizaciones sobre su electorado, la injerencia del humor social post pandémico y la adhesión social y popular al proyecto de sociedad que propone. También ha sido materia de análisis la composición de género de sus votantes y simpatizantes más activos. Nadie está en condiciones de asegurar a ciencia cierta las razones de su triunfo, pero sí podemos arriesgar algunas líneas de interpretación posibles.

Desde el Instituto de Masculinidades y Cambio Social, hace años venimos intentando comprender el fenómeno de la reacción antifeminista entre los varones jóvenes y adultos, y el impacto sobre sus posicionamientos políticos y prácticas relacionales.

En ese intento, nos parece interesante ensayar algunas claves de lectura para nutrir los análisis y acercarnos así a la construcción de posibles estrategias de intervención para desarmar aquellos entramados que promueven la violencia y el odio contra mujeres, LGBT y hacia los varones que se salen de la norma.

En los últimos cuatro años de crecimiento y proliferación de espacios de género, por la igualdad y para la erradicación de violencias contra mujeres y disidencias sexo-genéricas, la interpelación hacia los varones cisgénero y heterosexuales, sobre todo sobre sus prácticas machistas y dinámicas de complicidad intra-género, estuvieron muy presentes en la agenda pública. No así la pregunta por el malestar de esos varones jóvenes, sus deseos y proyectos, frustraciones y temores.

Consideramos especialmente relevante entre los varones jóvenes heterosexuales la incertidumbre generada por la redefinición de los estándares en la vinculación afectiva y sexual con las mujeres. En los últimos años, prácticas que antes eran consideradas legítimas –o al menos no estaban problematizadas por los varones– fueron señaladas a viva voz por el malestar y el daño que generaban en sus pares mujeres. En muchas ocasiones, los varones, sus experiencias y perspectivas, no fueron parte de la gestión de éstos conflictos –por ejemplo, a través de las propuestas de la Educación Sexual Integral o de los espacios de abordaje de las violencias sexistas en las instituciones educativas– por lo que, más que generarse espacios de diálogo para generar nuevos acuerdos, se expandió entre los varones el temor a los escraches, las cancelaciones o las denuncias.

Son como bombas pequeñitas

La ausencia de políticas públicas e institucionales, así como de construcciones colectivas y comunitarias, que puedan alojar la desorientación y malestar de los jóvenes contemporáneos a “la revolución de las pibas” alimentó un repliegue silencioso de muchos, y la radicalización anti feminista de otros tantos.

A la desestabilización identitaria y subjetiva en clave de género, se sumó la creciente precariedad material, con ingresos al mercado de trabajo cada vez más informales y costos de vida cada vez más altos. La imposibilidad de cumplir de forma satisfactoria con los mandatos de la masculinidad tradicional vinculados al éxito económico a través del trabajo, el mérito y el esfuerzo, dio paso al cansancio, la frustración y un fuerte sentimiento de enojo y resentimiento hacia los grupos, sectores e identidades que pudieron articular colectivamente sus demandas y obtener así conquistas en términos de derechos.

En este contexto de desmejoramiento de las condiciones materiales de vida de los varones jóvenes, de ausencia de actores políticos colectivos y referencias públicas masivas que escuchen, alojen y contengan los efectos de tales condiciones, y de incipientes y excepcionales políticas públicas gubernamentales que tengan a estos sujetos como destinatarios específicos, las nuevas derechas elaboran, en todo el mundo, explicaciones sencillas y efectivas de los malestares que los aquejan.

Milei y los jóvenes

Atentos al desencuentro entre los mandatos de masculinidad patriarcal (autosuficiencia, racionalidad, fortaleza, valentía, entre otros) y el registro de la propia vulnerabilidad o el temor en los varones, ofrecen a cambio, una sobreactuación del enojo. Una de las pocas emociones socialmente habilitadas para los sujetos masculinos que, además, les posibilita reconocerse con otros, movilizarse, y encontrar en la rabia una compensación remasculinizante. Una pedagogía de crueldad y venganza, que logra metabolizar todo ese campo emocional mutilado en clave viril, que los convoca a dejar de ser corderos temerosos, para aspirar a ser los reyes de la selva, capaces de rugir y cazar.

Socializados en mandatos de éxito y reconocimiento, y subjetivados para alcanzar posiciones de dominio en la trama social, éstos dueños de la nada se ven expropiados de lo que nunca tuvieron, pero aprendieron a sentir como propio. Tras la falsa igualdad ante la ley, estas explicaciones desconocen las desigualdades estructurales dibujando un campo de juego supuestamente plano, donde cualquier medida afirmativa que busque compensar la exclusión histórica de poblaciones vulnerables será interpretada como una discriminación perjudicial contra los hombres, su mérito, esfuerzo e idoneidad.

El feminismo inserto en el Estado y el “lobby gay” serían, en connivencia con los gobiernos populistas/socialistas/colectivistas y la Agenda 2030 del nuevo orden mundial, los ladrones de sus sueños y por tanto, los enemigos a abatir. Sus eslabones más vulnerables; mujeres, LGTB, migrantes, los chivos expiatorios contra quiénes librar la batalla.

De esta manera, como señala Incaminato "el tipo de liderazgo, el tipo de intervenciones que realiza Milei son más atractivas para cierto tipo de masculinidad y de virilidad por esta cosa de señalar a un chivo expiatorio, por esta cosa de la grandilocuencia, de la megalomanía, de ofrecer una suerte de comunidad posible, de un nosotros, valiéndose del enojo, no solamente por la precariedad económica, sino también, por otras frustraciones que tienen que ver con un momento histórico en el que los varones comienzan a ver interrogado su lugar en la sociedad con respecto al pasado y otro tipo de privilegios que tenían entre comillas por el simple hecho de ser varones".

En éste sentido, resulta notable la creciente politización por derecha de los varones jóvenes. Según una encuesta nacional y representativa realizada en el marco del proyecto POLDER Polarización, Derechos y Democracia en América Latina “En la actualidad, los hombres jóvenes son el núcleo más intenso del giro a la derecha que vive Argentina. Ser hombre y menor de 25 años es hoy en Argentina –como en otras latitudes– un muy buen predictor de conservadurismo”.

El fenómeno se ha reflejado en otros países. La brecha política de género ha aumentado entre los hombres y las mujeres jóvenes de países como México, Alemania, Corea, Estados Unidos y el Reino Unido, con los varones más receptivos a discursos conservadores y de extrema derecha y mujeres más convencidas del progresismo, según un estudio del Financial Times publicado este año.

 ¿Los rotos son los otros?

La caracterización, lindante con la caricaturización, de estos varones jóvenes como enojados, rotos, fracasados o “virgos”, no hace más que dibujar otredades e incrementar las distancias donde necesitamos construir puentes de comprensión e identificación. Primero, porque tales adjetivos no les describen de forma cabal ni homogénea. Aunque pueda ser una caracterización aplicable a núcleos duros y sobre ideologizados del masculinismo libertario, no aplica ni explica a muchísimos otros que encontraron en Milei y LLA una esperanza y posibilidad de mejora ante la frustración de las ineficaces gestiones que llevaron adelante los gobiernos de las coaliciones mayoritarias, entre 2015-2019 (Macri y JxC) y 2019-2023 (Fernández y el FdT).

milei odio
Foto: Sebastián Fest

Pero, además, si estos varones libertarios son los “virgos”, fracasados, enojados y rotos, es posible que por oposición, quiénes no compartimos sus idearios ni sus prácticas, nos estemos ubicando en el lugar del éxito sexual y material, la templanza y la razón, la entereza y completud, todo aquello que solemos cuestionar como atributos impuestos por el androcentrismo patriarcal. El problema no está en la rotura o el enojo, sino a quién responsabilizamos de nuestras heridas y sobre todo, qué pensamos hacer para reunir nuestros pedazos y reparar los daños.

Hablando de los varones jóvenes, no podemos dejar de mencionar además, que son un grupo que encabeza todos los índices de morbimortalidad por causas externas: triplican en suicidios consumados y accidentes de tránsito a las mujeres; ocupan mayoritariamente los dispositivos de atención en consumos problemáticos; son los primeros en morir ante agresiones o peleas en la vía pública. Todo este panorama de exposición al riesgo genera una diferencia promedio de 5 años en la expectativa de vida entre varones y mujeres. En el mismo sentido, se empieza a estudiar en algunos países la "epidemia de la soledad masculina" como una problemática que afecta cada vez más a varones jóvenes y adultos.

Si realmente nos preocupan éstos sujetos y los efectos que las políticas de la crueldad disfrazadas de libertad tengan sobre sus vidas y las de quiénes se relacionan con ellos, quizás sea hora de tomarse más en serio la necesidad de impulsar agendas de políticas públicas y comunitarias que les hablen a ellos, para reconstruir un nosotros.

Entre otras, podemos mencionar los dispositivos de abordaje de las violencias con varones, una ESI con enfoque de masculinidades, servicios de salud integral y salud mental con hombres, políticas laborales de regularización del empleo informal y de fortalecimiento de las economías populares y de plataformas, políticas reales de persecución al narcotráfico, de desarme, de reeducación en cárceles, de reinserción social de liberados, de persecución del juego clandestino, de prevención de las ludopatías entre jóvenes y adolescentes, políticas comunitarias de reencuentro entre varones jóvenes y de reconstrucción del tejido social barrial a través del deporte, la recreación, el aprendizaje de oficios y el cooperativismo.

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