El empleo, el PBI y los salarios caen en picada. Sin plata en el bolsillo de la gente, la crisis se seguirá profundizando aún más. Es la fórmula de Javier Milei: bajar la fiebre convirtiendo al país en un cadáver.
Esta es la cuarta vez en los últimos 48 años que se repite lo mismo.
El 70% de la economía argentina se moviliza por la demanda interna: el famoso consumo privado. Sin poder adquisitivo de la población, el mercado argentino se hunde. La malaria empeora cuando, por la caída de ventas, la totalidad de las empresas se achican al mínimo o quiebran y echan a sus trabajadores. La excepción está en el minúsculo grupo de las que viven de exportar. Luego, el Estado pierde cada vez más su capacidad de recaudar impuestos. Es una espiral descendente y vertiginosa. Y es un dato duro de la realidad. No se puede esquivar, más allá de la voluntad, el marco teórico, el simple deseo, la ideología.
Y no importa la legislación laboral. Las empresas no contratan porque les resulte más fácil, contratan cuando saben que van a vender más. En la segunda mitad de la década del 90 la desocupación volaba (la pobreza también) y las regulaciones laborales estuvieron flexibilizadas como nunca; entre 2003 y 2015 la desocupación cayó a su mínimo y el trabajo registrado privado creció como nunca y las leyes laborales eran estrictas.
El empleo sube o baja siempre al ritmo de la variación del PBI. Argentina necesita crecer para que haya más empresas y más trabajo y no puede haber más empresas y más trabajo si el país cae en una recesión empujada por su propio gobierno.
Sin plata en el bolsillo de las personas, la crisis recrudecerá. Plata en el bolsillo de las personas significa dos cosas: baja desocupación y mayor poder adquisitivo. El gobierno de Javier Milei en apenas seis meses produjo un golpe al empleo y a los salarios comparable con la pandemia.
La retracción del índice de inflación a los niveles de la gestión de Martín Guzmán significa nada si los salarios y las asignaciones de la seguridad social –jubilaciones y AUH– no se recuperan por encima. La devaluación de diciembre produjo un salto en los precios que los salarios nunca equipararon. Todos los meses posteriores, los salarios registrados acompañaron o perdieron un poco frente a la inflación, mientras que los no registrados se fueron al tacho.
La gente está dejando de comer y de comprar remedios, dos ejemplos de manual sobre la demanda inelástica, aquella que no cae nunca si no es por una guerra o un cataclismo. Obviamente, mucho más lejos están los trabajadores de comprar un electrodoméstico nuevo o un auto usado.
No se cuenta en esa ponderación los gastos fijos más duros. Una cosa es que un sachet de leche aumente un 30%, de $1000 a $1300. Otra es que el alquiler se vaya de $200.000 a $260.000 o que el colectivo triplique su valor. No hay salario que pueda seguir ese ritmo. El paisaje de jóvenes profesionales con trabajo registrado compartiendo casa con cohabitantes que apenas conocen se está volviendo normal.
Tiro en el pie
El freno total de la obra pública, los aumentos repentinos en tarifas, combustibles y transportes, el congelamiento de la seguridad social, los despidos masivos del Estado, el pisoteo a las negociaciones paritarias privadas, el recorte casi total de los fondos enviados a las provincias: con la justificación de frenar la inflación, todas las decisiones tomadas por el gobierno nacional fueron en contra, directamente de los trabajadores. Es decir, de la demanda interna, el consumo privado. Muchas medidas son insostenibles: la infraestructura no puede degradarse sin que haya desastres; la luz, el agua, el gas y la nafta no pueden ser impagables sin que se paralice el país; las provincias están al borde del default o la cuasimoneda; el Estado no existe sin cumplir funciones mínimas (un reflejo: la desaparición del área destinada a trata de personas cobra relevancia cuando hay un caso como el del niño correntino Loan).
El déficit cero como método para frenar la inflación es una ficción idiota. No hay país en el mundo que no tenga obra pública, no hay país en el mundo que deje pagar a sus principales proveedores de forma tan descarada. El endeudamiento en bonos con las empresas energéticas, a las que el gobierno directamente dejó de pagarles desde diciembre, es quizá el modo más infantil de inventar un superávit que no tiene como sostenerse.
El aumento de precios ya se comió la ventaja que dio la megadevaluación de Luis Caputo: el peso se depreció un 188% en diciembre y, desde entonces, la inflación fue de 115% a mayo. Ya está. Los productores agropecuarios lo están leyendo clarísimo: la liquidación de divisas cayó en lo que va del año un 4,2% en la comparación con 2023. Este año hubo buenas lluvias y mejor cosecha. El año pasado el agro se contrajo un 23,8% porque padeció el final de una sequía que duró casi cuatro años y que fue la peor en medio siglo. Por otro lado, el FMI ya está imponiendo una devaluación del 30%. Como hiciera Lorenzo Sigaut durante la dictadura, Caputo repite cada vez más seguido que no habrá corrida.
Ahí es donde se revela la “fórmula mágica” de Javier Milei para frenar la inflación: licuar el consumo privado, pisar el dólar, enfriar la economía. Baja la fiebre convirtiendo al país en un cadáver.
Hay 266.000 desocupados nuevos
La desocupación pasó del 5,7% en diciembre de 2023 al 7,7% en marzo de 2024. En marzo de 2023, la desocupación era de 6,9%. En todos los escenarios, la llegada de Javier Milei al gobierno equivale a que te echen del trabajo. Así le ocurrió a 266.000 personas en estos tres meses, según datos del Indec.
Encima, en este primer trimestre cayó la tasa de actividad de 48,6% en diciembre a 48% en marzo de 2024: hay más gente que no está ni siquiera buscando trabajo. En la comparación internanual, la tasa de actividad estaba en 48,3%.
La población inactiva creció de 15.189.000 personas en diciembre a 15.391.000 en marzo de 2024. Y eso no quiere decir que hubo más de 200 mil nacimientos. Quiere decir que hay 202 mil personas inactivas nuevas. Es decir que, grosso modo, hay cerca de 468.000 personas que estos tres meses o no consiguen trabajo o ni siquiera lo buscan.
Formidable mazazo libertario a la economía
La licuadora y la motosierra le propinaron una contracción del 5,1% a la economía en el primer trimestre de 2024, en comparación con el primer trimestre de 2023, según informa el Indec. La economía cae así al tamaño que tenía en 2020. Argentina está en recesión.
La contracción se da pese a que las exportaciones están volando. Es decir: la recuperación ya es un hecho, pero no para vos, gil que cobra en pesos. En la comparación interanual, las ventas al exterior aumentaron un 26,1%. Todo lo demás fue para abajo. Lo más significativo, la caída del consumo privado, que llegó al 6,7%. La inversión también mermó un importante 23,4%.
Los únicos tres sectores de la economía que pudieron crecer con ganas fueron Agricultura, ganadería, caza y silvicultura (10,2%), Explotación de minas y canteras (8%) y Pesca (3,2%). ¿Viste algo de eso, campeón? Claro que no. Esos son sectores que exportan.
Vos, que trabajás en pesos, estás en la industria, la construcción o el comercio minorista. La industria se contrajo un 13,7%, la construcción un lapidario 19,7% (mostrando el impacto feroz de la suspensión de la obra pública) y el comercio cayó un 8,7%. Con esas caídas es lógico que la desocupación se haya disparado.