En una entrevista, María Medina cuenta cómo descubrió que su tía abuela Rosa Grilo, quien falleció a los 115 años, era sobreviviente de Masacre de Napalpí, y relata su experiencia en el Juicio por la Verdad para descubrir su propia historia e identidad.

Por Julia Colla, IHUCSO Litoral, UNL-CONICET

El 19 de julio de 1924, oficiales de gendarmería montados a caballo y colonos armados, guiados por logística aérea, llegaron a la Reducción estatal para indígenas de Napalpí, donde unas 1000 personas pertenecientes a los pueblos qom y moqoit estaban realizando una huelga para reclamar por los injustos precios en el pago del algodón y las condiciones de explotación recibida por los colonos. Una vez allí, el ejército disparó con sus fusiles y carabinas a mansalva. La cifra de víctimas se estimó en unas 500 personas; hubo mutilaciones, exhibiciones públicas de cadáveres y entierros en fosas comunes. Los que lograron huir se ocultaron en el monte y nunca más hablaron de lo ocurrido. Napalpí, “el lugar de los muertos”, en idioma moqoit, se convirtió en una historia de dolor, silencio e injusticia.

Estos hechos ocurrieron en el contexto de las denominadas “campañas del desierto”, que implicaron la desposesión territorial y el sometimiento a la explotación laboral de los pueblos indígenas. A su vez, fueron precursoras de crímenes de lesa humanidad posteriores y de la naturalización social, la legitimación de las prácticas racistas y violatorias de los derechos humanos. Por ello, el Juicio por la Verdad, que culminó en 2022, dictaminó que se trató de un crimen de lesa humanidad en contexto de genocidio.

En esta entrevista, María Medina, nos cuenta cómo descubrió que su tía-abuela, Rosa Grillo, era sobreviviente de la Masacre y por qué su experiencia en el Juicio por la Verdad le aportó para descubrir su propia historia e identidad.

Contar el horror: la Masacre de Napalpí

–¿Cómo fue que te enteraste de que Rosa Grilo, tu tía-abuela, era sobreviviente de Napalpí?

–Yo estoy en una organización, la Corriente Clasista y Combativa (CCC), y en ese tiempo estaba estudiando con mis hijos nuestra historia y queríamos saber de dónde venimos. Entonces, en una Navidad donde nos encontramos en su casa, en Machagai, le digo: “abuela, nosotros venimos escuchando algo de la Masacre de Napalpí y yo no tengo conocimiento de eso y quisiera saber. Venimos escuchando que hablan de Melitona [considerada la última sobreviviente de la masacre, fallecida en 2008], de otros originarios acá de la zona y cuentan eso”. Y me dice: “Si, pero es muy triste todo eso”, y yo le pregunto, ¿por qué muy triste, abuela? ¿Te lo contaron, tu papá o tu mamá? “No”, me dice, “nosotros lo pasamos, cuando yo tenía más o menos así”, y me muestra con su mano una estatura como de una niña de 10 o 12 años, “yo era la mayor”.

–¿Y ahí te empezó a contar todo lo que pasó?

–A mí me costó mucho que ella hable. Le dije: “mira abuela, ahora son otros tiempos, los jóvenes tienen que saber”. No fue de la noche a la mañana que me contó, hasta que agarró fuerza y confianza para hablar. Ella es sobreviviente, pero yo no digo la última, tal vez hay más, pero el pueblo mismo no se permite hablar de eso, por el sólo hecho de que tienen en su recuerdo su mala vivencia. Pero de a poco empezó: “Mis padres se iban a trabajar a ese lugar, las mujeres cosechaban el algodón y los hombres iban al obraje (…) teníamos cacique nosotros, no era que nos manejábamos solos. Un día llegó mucha gente blanca y empezaron a castigar y no se podía decir nada. Así que mis papás me decían “váyanse al monte, no salgan de ahí”. Y cuando se iban, volvíamos a salir. Y un día, no sé qué habrá pasado, empezaron a tirar tiros. Ella me decía que había un avión y que pensaba que era un pájaro grande que venía a espiarlos a ellos, porque no conocía qué era (…) Un día, ese pájaro pasó otra vez, y ahí llegaron gente caminando y otra a caballo, y empezaron a pegarle a todos; niños, mujeres, ancianos. Y estaba el cacique, que, según mi abuela, se retobó. Ahí empezaron a disparar. Me dijo “Cuando vieron eso nuestros padres nos gritaron en el idioma que había que disparar al monte, pero esta vez no había que volver, sino disparar del todo. Y ella me dijo “Y ahí me acuerdo de que yo me escapé, me fui con todos mis hermanitos, nos fuimos corriendo”. Al llegar, no sé a qué parte, me dijo que estaba cansadísima y se quedó en el medio del monte. Ella y sus hermanos sangraban, se habían rasgado la piel con los cardos. Pensó que estaban perdidos, pero al tiempo empezó a aparecer gente. Luego, su abuelo Grillo los llevó hasta otro lugar, donde hizo un pozo con un palo y los escondió a todos allí, sentados y tapados con unas ramas durante días. El abuelo se acercaba a llevarles agua de cardo y algarrobo, que Rosa mascaba para alimentar al bebé más pequeño. Después, salieron de allí y los llevó al campo de un terrateniente criollo, quien los crió.

–¿Y cómo fue que Rosa terminó siendo una testigo clave en el Juicio por la Verdad?

–Yo ahí le cuento a mis compañeros de la CCC. Les dije, “eso que dicen de Napalpí, no es solamente Melitona”. El tema es que yo quería saber más porque debería haber más gente, fue esa la curiosidad, pero yo no me imaginaba que Rosa era una sobreviviente. De ahí se conversó con Juan Chico, que tenía la organización de Napalpí y estaba juntando información. Y él se fue enseguida a entrevistarla. Yo le decía a mi abuela: “vos tenés que contar, tenés que decir todo eso”.

Hacia la reparación y la verdad histórica

El Juicio por la Verdad, que culminó en 2022, se llevó a cabo a partir de investigaciones realizadas por equipos de universidades públicas y del CONICET y testimonios orales recolectados, entre otros, por el historiador qom Juan Chico. La sentencia confirmó que, aunque no hay acción penal por el fallecimiento de los responsables, el tiempo no debe ser un obstáculo para investigar y reconocer crímenes masivos cometidos por el Estado, considerados de lesa humanidad. Es crucial determinar las circunstancias de la Masacre en términos de modo, tiempo y lugar, ya que esto es fundamental para el camino hacia la reconstrucción histórica y el derecho a conocer la verdad. Además, es esencial para contribuir al proceso de reafirmación de la identidad cultural indígena mediante la implementación de políticas públicas. Sobre todo, teniendo en cuenta que la sentencia comprobó que el daño fue colectivo y de largo plazo: las víctimas y sus descendientes manifestaron temor, pérdidas culturales, como su idioma, y territoriales.

–A dos años del juicio, ¿cómo sentís que impactó en tu manera de ser qom?

–Yo averigüe todo eso porque quería saber mi historia. Por ejemplo, porqué a mí no me habían enseñado a hablar el idioma. Mi abuela Rosa hablaba todo el tiempo en castellano, a los hijos les enseñó el castellano. Yo le preguntaba si era porque se había criado con criollos. “No, no es eso”, me decía, “es que teníamos prohibido y miedo de hablar el idioma, así fue como perdimos el habla”. Mi mamá aprendió en otro lado el qom, pero los sobrevivientes de Napalpí ya no lo hablaron más.

–¿Crees que el Juicio por la Verdad ayuda a que la gente comience a contar lo que sucedió?

–Sí, ayuda y fue un gran paso que hicimos nosotros. Yo busco que todos, no sólo los de nuestro pueblo, sino los argentinos en general, sepan lo que pasó. Es la única manera que podamos descubrir la verdad de lo que sucedió con nuestros ancestros. Todos tienen derecho a saber su historia. El juicio ayuda para que el pueblo originario salga a hablar (…)  A mí antes en la escuela me hacían sentir como una extranjera con tanta discriminación. Hoy tengo ánimo y orgullo de ser originaria.

–¿Y cuáles son los desafíos que quedan ahora por delante?

–Falta hablar sobre el tema del territorio: somos los dueños de la tierra. Ganamos una batalla con el Juicio, pero todavía nos queda el camino de seguir luchando para lograr lo que se sentenció. Hay muchos originarios jóvenes que no tienen donde ubicarse. Los terratenientes siguen y el gobierno no hace nada. Siento que deberíamos seguir luchando para lograr lo que mi abuela quería, porque por eso ella habló. Ella decía “por mi gente, por mi pueblo”. Ella pedía luz, agua, hasta hoy sigue sin agua (…) Yo me quedo con eso: mi abuela fue muy valiente y se animó. Ese orgullo me queda para decirle a mis hijos, a los jóvenes, que sigan el reclamo.

De pie

El 17, 18 y 19 de agosto en Colonia Aborigen, Napalpí, Chaco, en el marco de la conmemoración de los 100 años de la Masacre de Napalpí, se realizará el 16° Encuentro Nacional de Naciones y Pueblos Originarios. Se realizarán talleres, paneles y jornadas de discusión sobre la situación de los diversos pueblos originarios del país. El contacto para participar desde Santa Fe es Rolando Cardozo, de la comunidad Qom de barrio Las Lomas, 342 590-3440.

 

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