Medalla de oro en romper las pelotas

    En París no hubo una sola mujer trans, pero sí un violador y un plan internacional de desinformación. Toda la polémica woke de los Juegos Olímpicos. ¿Cómo hace la derecha para controlar la agenda pública?

    Por Victoria Stéfano

    La edición de París 2024 de los Juegos Olímpicos, se convirtió ¿inesperadamente? en el escenario de ensayo, pero también de mayor exposición, de las herramientas del neofascismo internacional para instalar su agenda de odio.

    La supuestamente espontánea polémica comenzó en la apertura misma del evento, donde se reprodujeron varios iconos de la cultura europea. Pero sobre lo que particularmente se desató una discusión infinita en redes sociales fue por una supuesta recreación de la Última Cena de Leonardo Da Vinci.

    El mítico fresco, pintado sobre uno de los muros del convento dominico de Santa Maria delle Grazie, en Milán, fue, según sostuvieron los críticos de X, representado por un grupo de actores, entre ellos algunas artistas Drag, durante el acto de apertura celebrado en la capital francesa. Y la respuesta conservadora no se hizo esperar.

    La presión provocada en redes sociales fue tal que desde la organización tuvieron que salir a aclarar algunas cuestiones al respecto. Porque además de fachos, digamos todo, las derechas están minadas de ignorantes y palurdos. 

    Las explicaciones fueron dadas por Ann Descamps, en una conferencia de prensa el 28 de julio pasado, donde sostuvo que estaba claro “que nunca hubo intención de mostrar falta de respeto a ningún grupo religioso” y que, por el contrario, Thomas Jolly, dramaturgo francés y director de la ceremonia, “intentó celebrar la tolerancia comunitaria, y creemos que consiguió este objetivo”. Sobre los personajes de la representación Jolly mismo explicó que pese a lo que se forzó públicamente como una emulación de la pintura de Da Vinci en realidad se representaba a una multitud de dioses entre griegos, celtas y romanos, entre los quie se destacaban el embriagante Dionisio y la sanadora Sequana, de la que toma su nombre el mísmisimo río Sena y a la que se rindió culto durante siglos en un manantial cercano a la Ciudad Luz. “Si la gente se ha sentido ofendida, por supuesto que lo lamentamos mucho” agregó la organizadora. Como diría nuestra Moria, “hacé lo que quieras mamita”.

    Pero las disculpas de Descamps y Jolly no fueron un gran contrapeso para la balanza que en redes sociales y a nivel global ya había construido un “hecho” de mano de la Conferencia Episcopal Francesa y de las ultraderechas que perdieron el terreno que creían haber ganado en la disputa electoral contra Macrón. En efecto lo instalado fue que la apertura de las olimpíadas había exhumado públicamente “escenas de burla y escarnio del cristianismo”, según dijo la CEF.

    A esas voces se sumaron exponentes internacionales del neofascismo en todo el planeta, desde posiciones sugerentemente parecidas. Porque si hay algo en lo que la derecha y los loros se parecen es en repetir cosas que no pueden entender, y en creer que es un talento porque por eso les dan papa, o cámara, según corresponda.

    Pero lejos de ser el único episodio, la polémica central, y que dejó al descubierto la estrategia ultraconservadora, fue el ataque a la boxeadora argelina Imane Khalif, que le partió la cara a la italiana Ángela Carini. 

    La africana fue llamativamente señalada por varios portales de noticias, influencers y hasta presidentes, como en el caso argentino, como si se tratara de una mujer trans que se había hecho con una victoria en apenas 46 segundos.

    Las reacciones no se hicieron esperar y en cuestión de minutos Khelif se había convertido en el tema del día en todas las redes sociales, de la mano de una oleada de ataques transodiantes, luego misóginos y, en última instancia, racistas.

    “A ver boluprogres... Vengan a explicar esto... Cuando se les marca las estupideces con argumentos responden poniendo todo tipo de etiquetas que buscan cancelar el argumento que los rebate. Después aparece la realidad que los expone frente a su imbecilidad... Si seguía la mataba...” escribió en la red social de su amigo Elon Musk el presidente de la Nación haciéndose eco del bulo que se montó en torno a la victoria de la argelina.

    Y es que la información circulante sobre su supuesta identidad trans de la mujer se montó sobre una información casi real: Khelif fue rechazada de un certamen de boxeo femenino 3 por, supuestamente, poseer una carga de testosterona más alta que los patrones fijados por ese certamen regional en particular. Valor de referencia que no sería el de los Juegos Olímpicos, por lo que Imane compite en las olimpiadas en todo derecho y ganó en buena ley.

    En lo real lo que se sabe es que efectivamente no fue aceptada, pero la cuestión de que haya sido por valores altos de testosterona no tiene confirmación efectiva, porque es, justamente, un dato confidencial.

    De lo que se habló muchísimo más a partir de estas primeras medias verdades, sobre las que se expresaron el presidente y el resto de los varones Simpson, fue de una condición congénita de la boxeadora llamada “hiperandrogenismo”, que genera una sobreproducción de testosterona. Depende de para quién.

    Y allí el debate se volvió muchísimo más interesante. De repente todos los usuarios expertos en elecciones transparentes en Latinoamérica eran especialistas en endocrinología y andaban acá y allá indicando estudios de carga hormonal para ver quiénes eran mujeres de verdad y quiénes no.

    De repente entramos en una tangente donde la realidad de redes se superpuso a los hechos comprobables y rebatió, al menos fugazmente, una discutida mirada histórica de la ciencia. En el caso, por lo menos, de Imane Khelif, nacer con vulva, vagina, ovarios y útero, no era una señal de ser una mujer. Por unos instantes pareció que por fin alguien del otro lado se dio cuenta por sí mismo de lo que las feministas venimos diciendo desde El Segundo Sexo. En efecto, como sostuviera Simone de Beauvoir, “no se nace mujer, se llega a serlo”.

    Pero no. Lejos de eso, toda la discusión sobre el género de Khelif no fue mucho más que un exacerbado racismo y un intento desesperado por demonizar a las identidades trans. Programa de la derecha que se esgrime cada vez que pierden terreno con sus ideas pequeñísimas y sus programas económicos de miseria planificada.

    De lo que no hablamos

    Lo que tuvo de interesante, más allá del intercambio de desinformación sobre hormonas, gente trans, deportes de élite y el giro rarísimo del régimen hormonal hetero-cis-sexual de las tradwives y los apostadores en línea, fue la exposición del sistema utilizado por las derechas para controlar la agenda comunicacional a partir de instalar que la meada es agua y que abras la boca bien grande.

    El medio feminista Volcánicas, publicó una investigación realizada a partir de los ataques en contra de Imane Khelif que desentrañó cómo se conformó el bulo a partir de una serie de cuentas abiertamente transodiantes desde el 27 de julio, cuatro días antes de la pelea, y continuaron hasta el 2 de agosto, 24 horas después.

    Todos los posts contenían la misma información: Imane Khelif, hombre, suspendida del boxeo femenino por no pasar una prueba de género, boxeadora trans y un hashtag: #IStandWithAngelaCarini (YoEstoyConAngelaCarini)

    A la ola de desinformación que comenzaba a crecer cual bola de nieve, gracias a las réplicas de usuarios transodiantes de X que se juntan en esas catervas del mal a expensas de Elon Musk, se sumaron la Primera Ministra italiana, abiertamente antilgbt, Giorgia Meloni, y parte de su gabinete.

    Con sus expresiones se sumaron los nuevos actores vanguardia del neofascismo: El dueño de X, la transodiante autora de Harry Potter,J.K. Rowling, Isabel Díaz Ayuso, presidenta de la Comunidad de Madrid, América Rangel, diputada electa del Partido Acción Nacional en México y el bufón nacional, Javier Milei.

    En este caso, los operadores cruciales de esta trama fueron figuras de la política y el empresariado de alcance internacional ¿se comieron todos ellos la curva de la desinformación? El resto de los medios de comunicación ¿se hizo eco sin contrastar nada de lo que estaban publicando?

    Los hechos son que en París 2024 no compite ninguna mujer trans, pero si un abusador condenado por tres delitos de violación contra una niña británica de 12 años; el jugador de voley playa neerlandés Steven van de Velde. Pero esa no ha de ser una agenda que le interese a la derecha extrema ¿Por qué será?

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