¿Qué es el amor? ¿Por qué nos enamoramos? Juan Denis nos invita a un viaje único e introspectivo para desentrañar los misterios del sentimiento más humano en su nuevo libro “Filosofía para enamorados”.
Desde que los terrícolas somos conscientes de que somos invadidos por sentimientos inevitables estamos intentando domesticar a los mismos. Enumerar las formas en las que se pretenden reprimir esas ganas de seguir a las emociones sería agotador, pero podríamos englobarlas entre el respeto de mandatos culturales, el consumo de sustancias distractivas o, para ser más novelero, el alejamiento físico de la persona amada cuyo amor resulta imposible. De una forma u otra, todos estos ardides son artificiales, no modifican el sentir: por si no fuimos muy explícitos hasta acá, hablamos de las complejidades de enamorarse, de sus cláusulas, sus distintas versiones pero, por sobre todo, por sus causas.
En este intento de desmalezar un poco este campo inabarcable, el profesor de filosofía Juan Denis, invita a una reflexión íntima sobre el amor en su nuevo libro, Filosofía para enamorados (Hojas del sur, 2024). ¿Se puede amar de manera más racional y menos impulsiva? Este es quizás el desafío más importante que se propone el autor con este texto. Recurriendo a un estilo llano y directo, Denis expone su caja de herramientas del pensamiento crítico para enriquecer nuestra experiencia amorosa.
Qué
“Si la defino, la limito”, dijo sobre su pareja un amante lúcido hace no mucho tiempo y esto mismo aplica para el que es quizás el misterio más popular que nos interpela a los humanos. El otro (la muerte), excluye a quienes todavía no alcanzamos nuestro último día.
Atando las palabras del Chino Darín al texto que nos ocupa, Denis comenta que “los seres humanos han filosofado siempre que sintieron que algo no les cerraba” y es precisamente esa imposibilidad de delimitar lo que la palabra “amor” intenta representar lo que da letra no solo para un libro, sino para miles de años de tradición filosófica.
Por lo pronto, al principio del libro una aclaración preliminar se encarga de hacer el recorte: en Filosofía para enamorados, claro, no se aborda ni el amor fraternal (phília), ni el cariño por la sabiduría propio de la disciplina, el tema del libro es el eros, el “anhelo del cuerpo, del alma y del tiempo del otro”. Esta distinción es la que ordena los capítulos subsiguientes, que son cinco: “Ser: ¿qué es el amor?”, “Las causas del amor”, “No-ser: ¿qué no es el amor?”, “El amor en la mira: los pactos” y “Rupturas: ¿el fin del amor?”.
Pero volviendo al qué, cabe agregar que en circunstancias amorosas, tarde o temprano, otro cuestionamiento del vínculo emerge para desbloquear el siguiente nivel (o para abandonar el juego a su contestación): “¿qué somos?”, se preguntará casi con seguridad la parte más enganchada del par.
Lejos de ofrecer una solución unívoca o una salida clara, lo único para lo que servirá la filosofía en estos temas (y en todos los otros) abrirá más pestañas, agregará preguntas y bifurcará las posibilidades mucho antes de dar una respuesta que sea definitiva que satisfaga. La única certeza en este punto es que, a medida que el amor acontece, las dudas florecen: “Los enamorados se preguntan, la filosofía se pregunta, por lo tanto, es posible una filosofía para enamorados”, se decreta en la página 23.
Ahora bien, cuando se complica definir por la positiva, hacerlo por la negativa es siempre bienvenido por la filosofía. Este es el tema del tercer capítulo, en el que Denis echa por tierra varios de los lugares comunes como el de la famosa media naranja (“¿el amor es buscar lo que me falta?”), pero también hay varios párrafos dedicados a desacreditar a los que solo están interesados en dejar que las cosas fluyan sin compromiso hacia el futuro y también hay lugar para argumentar por qué en una calentura no cabe la noción de amor que lleva el timón del libro.
Por qué
Durante el centenar de páginas que dura este ensayo, como decíamos, recurre a su caja de herramientas filosóficas más de una vez para ajustar sus observaciones y para desarmar prejuicios. Así es que, además de recortar el objeto con sus bordes bien definidos, Denis también se encargó de establecer su meta: encontrar las causas de esa consecuencia inmanejable y es por eso que la pregunta “¿por qué nos enamoramos?” parece, a golpe de vista, tan básica como misteriosa.
¿Es algo “natural” embobarse con Sydney Sweeney? ¿tiene que ver con los mandatos culturales que guste tanto la belleza no hegemónica del Dibu Martínez? A la falta de respuestas, la propuesta es repreguntar, seguir puliendo el deseo con la lima de la razón hasta tener lo más claro posible cuál es la chispa que origina el fuego interno.
En este punto es que el autor arriesga un punto de vista personal que se apoya en el existencialismo: “Nos enamoramos porque no soportamos la finitud” y no es ilógico pensar en que tenemos una sola pila para nuestro reloj de la vida y, cuando se termine, lo único que habrá importado fueron los tics tacs que llegó a dar.
Cómo
¿Rachel y Ross habían cortado? ¿“darse un tiempo” es cortar? Depende de lo que hayan hablado… o de lo que no. El capítulo cuatro es, quizás, el que más tela deja para cortar y tiene que ver con los distintos tipos de relacionamientos que se pueden dar en una pareja enamorada.
Para formalizar un poco el análisis, Denis habla de “pactos”, esos que algunas veces son explícitos y otros que no. Por caso, para un encuentro casual hacen falta muchísimas menos cláusulas y artículos que para un matrimonio. Pero ojo, que esto no quiere decir que exista una forma de emparejarse que sea más sencilla, descontracturada o eficaz que la otra.
Acá es donde se exponen formas de vincularse que responden más a las dinámicas actuales como la pareja que no convive (ideal para workaholics y divorciados) y el poliamor, donde se distingue entre el enamoramiento (¿es posible enamorarse de varias personas en simultáneo?) y la atracción sexual en simultáneo. Cualquiera sea el caso, el autor se permite un pronóstico algo pesimista en cuanto al desenlace de toda historia amorosa, de la que no diremos mucho más para no spoilear.
Eso sí, el capítulo final está dedicado a las rupturas y a la pregunta por las crisis como oportunidades para evolucionar o como primera alarma del final; también hay un apartado para la viudez y otro para quienes se atreven a “pedir un tiempo”, como si fuera un bien inagotable que se puede dar y recibir, como si fuera cualquier otra cosa intercambiable. Como sea, ninguna de estas situaciones va a decretar el final del amor, que nunca se va tan fácil como vino.
Sobre el autor
Egresado como Profesor de Filosofía por el Instituto Castañeda, a Juan Denis le cabe mejor el rótulo de divulgador. En este sentido es que también se anota en su currículum la conducción radial, la escritura teatral y hasta la creación de una comunidad con cientos de miles de seguidores en sus cuentas de “Filosofía en Minutos”.