¿Por qué hablamos de Venezuela?

Venezuela

La discusión sobre las elecciones venezolanas tomó un gran protagonismo en la opinión pública argentina. ¿Por qué la situación de dicho país se ha vuelto un tema divisorio dentro del nuestro?

Luego de las elecciones en Venezuela del pasado 27 de julio, la agenda pública en Argentina estuvo varios días marcada por la temática. El proceso electoral estuvo precedido de un clima de tensión marcado tanto por las declaraciones del presidente venezolano Nicolás Maduro días antes de los comicios sobre la posibilidad de un “baño de sangre” en caso de que perdiera, como por la declinación a la invitación a Alberto Fernández como veedor en las elecciones. Por su parte, la oposición venezolana anticipaba un resultado favorable para sí misma y no dejaba margen para la posibilidad de otro resultado.

Los primeros mensajes oficiales en torno a un resultado favorable para Maduro en las elecciones elevaron el enfrentamiento en la sociedad venezolana en los días siguientes, con movilizaciones, represión, heridos y hasta muertos. Sin embargo, el cuestionamiento a los resultados comunicados por el Gobierno venezolano no fue solamente por parte de los líderes opositores, sino también por parte de varios mandatarios.

Las críticas provinieron tanto de gobiernos de izquierda como de derecha y con distinta intensidad en su posicionamiento: desde el rechazo a los resultados y la proclamación del líder opositor Edmundo González como ganador, hasta el reclamo por la publicación de las actas de votación, y en otros casos, la aceptación sin más de la supuesta victoria de Maduro.

Como era de esperarse, en un extremo se encontró la posición de Javier Milei, que atacó al presidente venezolano, denunció un fraude electoral y deseó que “las Fuerzas Armadas esta vez defiendan la democracia y la voluntad popular [en Venezuela]”. Con la misma contundencia se manifestaron el resto de funcionarios libertarios y sus principales socios políticos en el campo de la derecha argentina.

De alguna manera, todo este comportamiento demostró un fenómeno que no es novedoso, pero que no deja de repetirse constantemente. Que aparece fundamentalmente durante procesos electorales, pero con mayor fuerza durante los gobiernos peronistas de los últimos años. Esto es, la compulsión por denunciar una “chavización” o “venezuelización” de Argentina.

Se trata de un argumento que reflota ya hace varios años en el campo de la derecha. Y lo siguen sosteniendo a pesar de haberse concretado elecciones libres y transparentes y procesos de alternancia desprovistos de conflictos. Entonces, parece no importar la pertinencia de estos argumentos, sino la efectividad para instalar cuestiones divisivas políticamente y que tengan impacto electoral.

Tal es el argumento que presentan los investigadores Iñaki Sagarzazu y Fernando Mouron, que en dos estudios realizados aportan algunos elementos interesantes para pensar en la configuración del chavismo como wedge issue no solamente en Argentina, sino también en América Latina. Por eso, creo necesario recuperar esos aportes para comprender la súbita intención de Milei y otros dirigentes del campo libertario por defender el valor de la democracia liberal, mientras que la cuestionan severamente en su ejercicio a nivel nacional.

El chavismo, un tema divisivo

En un estudio reciente¹, Sagarzazu y Mouron demuestran que el chavismo fue usado como un tema para atacar a políticos de izquierda en la mayoría de los países de América Latina. Sin embargo, los autores se preguntaron por qué es utilizado como un punto de debate en la política nacional. Sostienen que, en algunos contextos, puede ser utilizado electoralmente. Y eso sucede porque el chavismo puede funcionar como un wedge issue.

Un wedge issue (o problema de cuña, se podría traducir) es un tema que logra tener influencia sobre distintos sectores de la población, sin producir necesariamente polarización, de acuerdo a la interpretación que recuperan Sagarzazu y Mouron. Los hechos de política internacional tienen altas probabilidades de transformarse en este tipo de temas divisivos. Pensemos no solamente en Venezuela, sino también en el conflicto en Medio Oriente o la guerra entre Rusia y Ucrania en la actualidad. 

En un estudio previo², los mismos investigadores analizaron más específicamente el impacto que tuvo el chavismo en nuestro país como un tema que generó polarización. Demostraron que la polarización no fue en términos definidos tanto por una dimensión ideológica, sino más por el apoyo que dieran los gobiernos a Venezuela. 

Si bien es cierto que las administraciones de Néstor Kirchner y Cristina Fernández de Kirchner fueron cercanas a Hugo Chávez –en términos económicos y políticos–, es errado tomarlos como sinónimos. En este sentido, Sagarzazu y Mouron retoman algunos estudios que señalan, por ejemplo, que Argentina nunca adquirió durante el kirchnerismo un carácter autocrático y centralizado de la manera que sucedió en Venezuela. Sin embargo, los opositores políticos argentinos utilizaron esta temática como una forma de crítica a los gobiernos kirchneristas.

A su vez, los investigadores afirman que los argumentos de “chavización” y “venezuelización” de la Argentina tomaron protagonismo a partir del incremento de la polarización política. Comenzaron como expresiones mediáticas que se consolidaron con la discusión por la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual. Así, la polarización en la cobertura mediática del gobierno llevó a la utilización de estas expresiones. 

Por otra parte, en la opinión pública se daba con otro tipo de intensidad. Es decir, de acuerdo a Sagarzazu y Mouron, quienes se oponen al chavismo tienen visiones más homogéneas sobre el mismo; mientras que se manifiesta una mayor heterogeneidad en quienes apoyan al kirchnerismo. Un ejemplo interesante es el que aborda el sociólogo Gabriel Vommaro³ sobre la construcción del PRO, cuyos cuadros políticos fueron muchas personas provenientes del mundo de los negocios que manifestaban un “temor a la chavización”. Frente a ese temor, decidieron involucrarse políticamente para evitar esa supuesta deriva del país.

En síntesis, los aportes de las investigaciones de Sagarzazu y Mouron nos ayudan a comprender de qué manera la política venezolana funcionó (y funciona) como una temática divisiva en nuestro país. Tal vez este fenómeno no ayuda a que podamos reflexionar adecuadamente sobre lo que ocurre en Venezuela y tomar dimensión de las complejidades del caso.

Escapar a la trampa

En medio de todas las reflexiones masivas que se dan en redes sociales, me parece interesante rescatar las palabras del periodista Sebastián Lacunza, que de alguna manera sintetiza lo que puede ser un buen punto de partida. Se trata de reconocer tres aspectos: que Maduro ejecutó un gobierno autoritario que aplastó la democracia; que Venezuela sufre un bloqueo económico cruel por parte de diversos intereses internacionales; y que también existe en Venezuela una oposición con sectores de dudoso compromiso democrático.

Dicho esto, y retomando un aspecto mencionado anteriormente, es cierto que el Gobierno libertario es contradictorio en su defensa a la democracia liberal. Mientras defiende la democracia en Venezuela, se opone a valores del liberalismo político a nivel nacional y avanza contra los derechos de las minorías, sin dejar de mencionar las visitas a genocidas de la última dictadura militar. 

Pero eso no hace menos cierto que Venezuela presenta un régimen que está bastante lejos de ser calificado como una democracia. Hay reiteradas alertas sobre serias violaciones a los derechos humanos, como detallan, por ejemplo, los informes de Michelle Bachelet para la ONU. Y la celebración de elecciones no es garantía de democracia. Es un procedimiento más dentro de las distintas dimensiones que debe contar un régimen para ser calificado de democrático.

Por este motivo, frente a visiones simplistas, demagógicas y articuladas de acuerdo al tiempo que impone la lógica de las redes, es necesario proponer visiones más integrales y adecuadas para la complejidad de los fenómenos, pero teniendo como principio la radicalización de la democracia, nada fuera de ella. Y ésto también parece advertirlo Cristina Fernández de Kirchner en su último discurso, que con matices y dejando de lado su percepción sobre los actores involucrados, se unió al mensaje enviado por Lula, Petro y López Obrador para exigir la transparencia de los resultados.

“Pido, pero no solamente por el pueblo venezolano, por la oposición, por la democracia, por el propio legado de Hugo Chávez, que publiquen las actas”, fueron sus palabras. 

  1. Sagarzazu, I. y Mouron, F. (2020). El monstruo bajo la cama: el chavismo como un tema divisorio en América Latina. Revista de ciencia política (Santiago), 37(1), 147-175.
  2. Sagarzazu, I. y Mouron, F. (2017). El legado polarizador de Hugo Chávez: chavismo, medios y opinión pública en la política interna Argentina. Revista Latinoamericana de Opinión Pública, 9 (1), 7-34.
  3. Vommaro, G. (2019). La larga marcha de Cambiemos: la construcción silenciosa de un proyecto de poder. Siglo XXI Editores.

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