Era el remate de una de las canciones educadas de fútbol que le gustaba improvisar a Dolina, hablaba de Alemania de la cual ya todos sabían que estaba de luto. La otra que recuerdo, igual de breve, constaba de dos evidentes y efectivas transgresiones. Evitaba la forma más frecuente de expresar el triunfo sobre el rival, en lo que suele denominarse folklore futbolístico, a la vez que reemplazaba el epíteto esperado a la hora de nombrar al oponente en cuestión por una forma de exagerado respeto: “…que esta noche los vencemos a los chicos de Brasil”. Siga, siga, siga el baile, dice la letra original que describe la comparsa de los negros. A quienes la tienen grabada, la melodía se les activa sola con el verso “al compás del tamboril”. En mi caso, es el primer cantito, digamos político, al que presté atención, no por razones proselitistas sino por la referencia con la que concluía: “que Alfonsín es presidente de Titanes en el ring”.
Por instinto de prudencia me guardaré las razones, pero creo que la versión futbolera o barrabrava original de la ya demasiado famosa “Escuchen, corran la bola…” es la de mayor mérito literario de las que conozco y no me considero particularmente racista, homofóbico ni sociocéntrico y así. Digo también que, si se impugna todo cantito futbolero políticamente incorrecto, no queda ninguno por considerar.
Respecto de las polémicas recientes, hay un detalle notorio que me inquieta. En ningún momento la letra hace mención explícita al color de la piel ni condición racial de ningún tipo. No quiero decir que no sea racista (obvio que sí, además de homofóbica) sino que no parece tan sencillo demostrar su racismo sin incurrir en la misma falta que se señala. ¿Por qué se da por hecho el racismo con la mera mención de Camerún, Nigeria y Angola? ¿No hay personas blancas ahí? ¿En qué parte se menosprecia a la población de dichos países o se describe algo colectivo de manera peyorativa?
“Fue entonada por un grupo de jóvenes argentinos en la previa a la copa mundial de fútbol 2022 y menciona el origen étnico de los jugadores de la selección francesa”, dice un apartado del artículo de Wikipedia sobre la canción de hace 40 años con la que empezó todo este asunto. Aun aceptando, por ignorancia y fatiga, el indicador “origen étnico”, sospecho que, si Wikipedia no está diciendo algo racista, el nombre de cualquier país o estado debería implicar algún tipo de origen étnico. Entonces me pregunto, si se cantara, como hacía Dolina, por ejemplo “Se llaman Francia, pero son todos de Roma”, ¿sería también una expresión discriminatoria?
A la música la aprendí hace muchísimo en las plazas cantando “milicos, muy mal paridos, que es lo que han hecho con los desaparecidos, la deuda externa, la corrupción, son la peor mierda que ha tenido la nación, qué pasó con las Malvinas, esos chicos ya no están…”. Hace un rato me enteré que se origina en una propaganda de la dictadura que, en 1981, lanzaba el Operativo Sol, que prohibía viajar con animales en auto a la costa atlántica. El jingle “Boby, no me extrañes”, más conocida como “Boby, mi buen amigo” ha sido repetido con los nombres de todos los equipos del futbol rioplatense por millones de hinchas ilusionados cada inicio de torneo. La canción inspiradora es una auténtica pesadilla donde una niña le explica a su perro que no podrán llevarlo de vacaciones, le pide que cuide sus juguetes y que no rompa nada, a cambio de lo cual promete regalos.
El misterioso autor es conocido como Poggy Almendra, tiene una página de Linkedin y organiza eventos para municipios. El año anterior a su gran hit había compuesto otra canción extrema, vomitiva, donde posiblemente la misma nena que le hablaba al perro (y que con criterio actual claramente promovía el maltrato animal), le escribe a su hermano quien se va a hacer la colimba obligatoria. Se llama “Una carta para mi hermano” y fue usada para homenajear a los soldados de Malvinas.
Claro que no es algo simple distinguir contextos, épocas ni registros. Nada es extraño ni imposible en estos días, en los que nuestra vicepresidenta pro genocidas convirtió un exabrupto de vestuario en una agresión diplomática, aunque se me ocurre que no porque le pareciera desmedida o sobreactuada la acusación de la Asociación Francesa de Fútbol, sino más bien porque para ella, desde la revolución para acá, en efecto, los de Francia son negros y todos putos.