El adolescente tiene puesta su mejor remera. Mira la pantalla de la compu y, mientras se pasa dos veces la mano por el pelo, saluda diciendo: "Buen día grupo". Luego pretende continuar su acto preguntando: "¿cómo amanecieron?". Lo entendemos, aunque no acabemos de escucharlo. El sonido de la última palabra es sacudido por un sartenazo en la cabeza propiciada por su madre, en un medio giro digno de Bruce Lee. El sartenazo suena como un platillo. El video termina con el pibe levantando la cara del fondo del teclado, sus ojos atontados buscan el botón que apague esa pesadilla.
Quizás haya estirado demasiado la “o” cuando pronunció “grupo” o puede que la fórmula en sí ya portara esa extraña función o conjuro en las condiciones adecuadas. Algo pasó en el cuerpo de esa mujer que cocinaba o lavaba. Algo como una picadura de víbora en la espalda.
Al Seba, a mí y estimo que, a más personas, nos gustaría ser esa madre cada vez que leemos (¡o escuchamos!) las palabras malditas. Mantra engendrado en tiempos de pestilencia. Su primera mutación con suerte lo esté extinguiendo: “Hola gente” o, quizás peor, “gente” a secas.
Baila muy feo, da cringe, dijo Paloma cuando era muy chica. Me da cringe cuando alguien de mi edad dice así, pero me parece una palabra genial. Además “vergüenza ajena” no sirve ni para nombre de banda punk de jubilados. Cringe tuvo el pibe cuando el zumbido del sartenazo fue cediendo y empezó a entender que los truenos que escuchaba de fondo eran puros retos maternos: “qué hola grupo, ni qué, vago de mierda”. Cringe sintieron sus pares que lo veían en vivo.
La mujer, que no gana para disgusto, habrá quedado murmurando; la sartén, todavía en mano, pero ya vuelta a su función específica. Quizás siguió revolviendo verduras en el recipiente. Quizás se quedó pensando qué tecla de su cuerpo fue pulsada por esos sonidos que obligaron a sus dedos a empuñar el mango, qué cosa fue lo que detonó su furia tan repentina como indomable. Quizás buscó sin suerte palabras que pudieran describir lo que experimentó en ese instante eléctrico. Quizás “cringe” le hubiera servido. Quizás no sea tan buena idea enseñársela.