Repasamos “Postales”, el debut de Nicolás, una obra conceptual que refleja la fascinación del autor por los viajes con un sonido que fusiona el pop indie y la canción de autor. A abrocharse el cinturón.
Abrigado por los brazos de su papá, el viento de la primavera alcanza la cara de un nene que alucina cuando un gentío empieza a corear “olé, olé, olé, León, León”. Casi 22 años después, sin que Gieco lo sepa, el pibe empieza a conceder entrevistas durante las que explica que desde aquella noche en la Costanera Este esa imagen del ídolo coreado por su público se mantiene nítida en su memoria y es la que lo subió a los escenarios con su guitarra colgando con la misión de defender sus canciones: hoy, Nicolás Taboro, o sencillamente Nicolás, presenta Postales, su primer álbum.
El trabajo consta de un prólogo y cuatro canciones. El inicio es pura puesta estética, nos sienta en una terminal de colectivos o en un aeropuerto esperando a que los altavoces nos den la señal para arrancar: “La idea de los viajes siempre estuvo muy presente en mi vida. Me gusta conocer otras culturas pero no necesariamente teniendo que moverse al otro lado del mundo, con salir un poco más allá de donde uno siempre anda ya se puede sentir esa novedad. Sin ir más lejos, en la provincia de Santa Fe hacés unos kilómetros y ya te podés meter en las costumbres de las colectividades que habitan acá cerca. Bueno, me interesaba mucho eso reflejar el tema de los viajes, de los traslados, de la vida en movimiento y ese es el mood en el que quiero poner a todos los que escuchen este disco”, explica el santafesino de 30 años que, desde aquel recital de León Gieco hasta hoy, recorrió mucho para llegar hasta donde está hoy. Aprendió a tocar la guitarra, se formó como comunicador audiovisual y, claro, hizo algunos viajes. Ya en onda, suena el teléfono y Nicolás entra en una conversación en la que se plantea una tensión para el músico, una de esas que nos dejan mirando por la ventana en el trayecto: “No sé cuándo vuelvo”, dice en un momento. Pero sí sabe cuándo se va, es ahora.
Así, un poco incómodos, nos abrimos paso a la primera canción: “Nada x sentir”. Sintetizadores, un teclado acolchonando la voz de Nicolás en la verdadera apertura de su obra, de su aventura como artista (“un sinnúmero de versos que contar”) en la que se pregunta (“¿Cómo ir, sin huir?”) por esa tensión que se inauguró en el prólogo. Si en la intro estábamos en un banco esperando la llamada a abordar, en este punto nos colgamos la mochila, enfilamos a la plataforma de embarque y, si bien los aires de esta canción y del álbum en general son poperos tirando a indies, este primer tema puede también calificarse tranquilamente como un mantra.
Contra todo pronóstico, pegamos la vuelta enseguida. “Vivo en una canción” es la segunda parada y, según el propio autor, es la canción de la vuelta: “Acá traté de plasmar las sensaciones que tuve al volver, esa disonancia o esa dualidad de los viajes entre la emoción de partir y de que saber que vas a conocer algo nuevo, que te va a enriquecer la vida; pero después también la idea de que estás lejos, que quizás extrañás cosas o personas o situaciones y tu percepción de la realidad cambia cuando volvés”. Hay cierta ambigüedad en el título que, lejos de confundir, aporta: vivir en la canción como lugar donde se habita es la interpretación más lineal, no es la lectura que preferimos acá; la otra, por ahí más existencialista y cercana a la que intencionó Nicolás, tendría que ver con la plenitud que podemos llegar a experimentar con una canción que nos conmueva, la versión propia de lo que Cerati escribió como “ponés canciones tristes para sentirte mejor” o mismo Turf con “cuando escuchés esta canción te va a alegrar el corazón”... pero la verdad es que el mensaje combina un poco de ambas interpretaciones. Yendo a lo musical, esta balada ya adopta el formato banda, incorpórase la batería que tira alguna finta símil bombo legüero y algunas guitarras eléctricas que le dan mucha más carne a la canción y que son aportes del productor Brandon Andino. En su segunda mitad, la entrada sorpresiva de los coros de Elisa Candioti hacen levantar vuelo a la canción.
Lo que sigue es “Regalo”, una pieza más íntima, personal. Una dedicatoria sobre la que no caben apreciaciones objetivas, más allá de las estrictamente técnicas y sobre ellas podemos decir que se nota una habilidad para imprimir la emoción que inspira al músico, la calidez de la voz, el brillo de las guitarras acústicas, de nuevo el latido del bombo.
Repensando la cuestión de los viajes, y como decíamos antes, es cierto que la experiencia no termina cuando llegamos de vuelta, sino que siempre hay una resaca de extrañeza que se diluye en el retorno a las rutinas. Es más, hasta podría decirse que un viaje termina de terminar cuando entregamos el último de los souvenires. En este caso, “Postales”, el último track. Sobre ella, la que ordena el concepto, cuenta Nicolás: “No es muy común que salgan enseguida los temas, tenerlos cocinados en diez minutos, grabados y todo. Y la nota de color es que justamente la versión que suena en el EP es verdaderamente la canción original, es una grabación del celular, la primera vez que la toque de principio a fin y quedó así. La intentamos regrabar y no nos convencieron los resultados. Así que, después de un tiempo de discutirlo, dijimos ‘bueno, dejémosla así, porque es esta la que tiene la que tiene impresa la esencia’. Son decisiones difíciles de tomar, pero que realmente sentí que era la más auténtica”. Despojada, es cruda pero sin estar sucia, Nicolás pela voz y guitarra, retratando cantidad de emociones contenidas en unos pocos versos. Funciona como conclusión y como apertura, como destino y punto de partida. Abrochate el cinturón, que ya llegamos.
Nicolás presenta en vivo “Postales” en UhLalá Sala Cultural (Tucumán 2832) el sábado 28 de septiembre.