Fútbol, carnaval, mate, chivitos, escritores inolvidables, un río compartido y mucha cultura en común. La capital de Uruguay habita en el corazón de los argentinos.
Por Juan Pablo Gauna
La bahía pronunciada define el paisaje, donde la tierra se adentra en uno de los cursos de agua dulce más grandes del mundo, el Río de la Plata, un estuario de 290 kilómetros de largo. La ciudad está dispuesta simbióticamente hacia el río, ya que Montevideo cuenta con 25 kilómetros de costa, entre los que se disfruta de extensas playas, el puerto y zonas ribereñas de paseo. Este escenario ofrece pistas sobre la historia de la capital de la República Oriental del Uruguay, que cuenta con una nutrida tradición de tránsito de viajeros, el tráfico de esclavos, la invasión de extranjeros, y el ir y venir de exiliados.
El punto de llegada a la ciudad del Cerro de Montevideo es la Terminal Tres Cruces, a la que se arriba en ómnibus desde Argentina y Brasil. Descendiendo, se disfruta de un paseo por las arterias céntricas que se encuentran en la zona, donde se destaca la avenida principal, 18 de Julio, que se extiende desde el Obelisco de los Constituyentes de 1830 hasta la Plaza Independencia, conformando un extenso paseo de compras. En las vidrieras se aprecian los souvenirs futboleros, que muestran los logros de “la celeste”, “el bolso” y “el manya” —respectivamente: la selección nacional de fútbol, el Club Nacional de Football y el Club Atlético Peñarol—, los mates y termos típicos, y los recuerdos con motivos tangueros y candomberos.
En la intersección de Av. 18 de Julio y Ejido, se paladea la gastronomía local y se aprecia el Palacio de la Intendencia de Montevideo. Ascendiendo por sus 22 pisos se accede a un mirador en dirección a 360°, con una vista que en las noches permite divisar pequeñas luces provenientes de Argentina. Allí, la perspectiva es inmejorable, ya que se puede individualizar edificios históricos y modernos, y tener un registro de la dinámica citadina y sus distintos estados, según los cambios climáticos.
Continuando por la avenida principal nos encontramos con el sitio de interés por excelencia, el kilómetro 0 de la urbe, donde un guía local nos cuenta que: “Después de la demolición de las fortificaciones coloniales, una vez consolidada la independencia, las murallas dejaron paso a la ciudad abierta. Para eso se diseñó la Ciudad Nueva en 1837, en la que se creó la Plaza Independencia”. Precisamente, en este lugar histórico transcurren las fiestas nacionales y populares, las marchas y los grandes eventos protocolares del Uruguay. Plaza Independencia cobija el Mausoleo y el monumento al prócer local, José Gervasio Artigas, y sirve de marco al Palacio de Justicia, al Palacio Estévez, sede del Poder Ejecutivo Nacional, y al Palacio Salvo —edificio de estilo art déco ecléctico que cuenta con su gemelo en Buenos Aires, denominado Palacio Barolo.
Dejando atrás la emblemática plaza a través de la Puerta de la Ciudadela, se avanza a la vieja zona portuaria, con viviendas de alquiler, hostels, cafetines, y donde se halla la tradicional Plaza Zabala y el Mercado del Puerto —creado en 1868. Calles adoquinadas, arquitectura colonial, museos, iglesias, edificios antiguos y mitos locales dan el tono a la atmósfera pintoresca del trazado urbano. Esta reducida península es conocida como la Ciudad Vieja, la cual ha brindado inspiración para las grandes plumas orientales, como: Carlos Maggi, Juan Carlos Onetti y Mario Benedetti, entre otros. A la lista se añade el nombre de Eduardo Galeano, quien adoptó como ámbito de trabajo el Café Brasilero, el bar más antiguo en funcionamiento de la localidad. El mismo fue fundado en 1877, y es un ámbito que transporta al visitante a épocas pasadas, ya que a lo largo de su historia fue punto de encuentro de la intelectualidad y la bohemia uruguaya.
El recorrido por la “Suiza de Sudamérica” conduce al barrio de Pocitos, otro atractivo turístico que combina construcciones residenciales con modernas torres, ofrece paseos por la Rambla Armenia, la degustación de mariscos en restaurantes de paladar exigente y el típico chivito uruguayo en “chiviterías” como Marcos, donde los sabores se apilan entre panes. Pero no todo es amigable para el foráneo, ya que los mates rara vez se comparten en tierra charrúa y Montevideo es una de las ciudades más cara de Latinoamérica.
Las banderas tricolores (rojo, azul y blanco) ondean en la capital Oriental, ya que es el reducto fundamental del Frente Amplio, —coalición política de izquierda fundada en 1971— que gobierna este distrito desde 1990 hasta la actualidad, y tiene como figuras pregnantes a Tabaré Vázquez y ‘Pepe’ Mujica. Entre las políticas que transformaron la metrópolis se destacan la promoción del medio ambiente y la sostenibilidad, la modernización de los servicios y la inclusión en materia de desarrollo social.
Como en un baile de carnaval abandonamos la ciudad de la murga nutridos de nombres propios montevideanos... Músicos de la talla de Alfredo Zitarrosa, Daniel Viglietti, Eduardo Mateo, Rubén Rada, Jaime Roos, Alberto Wolf y Jorge Drexler; actores destacados como ‘China’ Zorrilla, Cristina Morán, Ricardo Espalter, Carlos Perciavalle, Natalia Oreiro y Daniel Hendler; intelectuales clave como Luis Alberto de Herrera, Carlos Quijano, Líber Falco, Juan Carlos Onetti, Ángel Rama y Mario Cayota; deportistas destacados como Héctor Scarone, ´Pepe’ Schiaffino, Obdulio Varela, Enzo Francescoli y Diego Forlán, resuenan al son de los tamboriles. El ritmo de Falta y Resto nos abandona al atardecer de una playa con arena clara y fina, donde parece que estamos frente al mar, pero palpamos agua dulce. La paz nos invade ante lo ancho de la gran ventana hacia el Río de La Plata.