En el departamento Maldonado, a una hora de viaje desde Montevideo, y a pocos minutos de Punta del Este se encuentra Piriápolis, una pequeña ciudad balnearia del Uruguay muy frecuentada por los argentinos.
Por Juan Pablo Gauna
En Piriápolis, el ambiente durante la temporada estival es familiar y distendido. En esa época del año la ciudad de 9000 habitantes transforma su fisonomía, ofreciendo sus paisajes a los paseantes y reactivando sus comercios para sacar provecho a su industriosidad turística. Las playas de la zona se extienden por más de 20 kilómetros de largo, con aguas calmas e ideales para disfrutar relajadamente.
El extranjero es recibido con los modismos lingüísticos locales: “hola botija”, “¿todo bien bo’?”, “ahí vá” y “¡vamo’ arriba!”. Las marcas locales aportan el toque charrúa al consumo de la ciudad, con firmas como: Pilsen —cerveza fabricada y comercializada por las Fábricas Nacionales de Cerveza—, Conaprole —Cooperativa Nacional de Productores de Leche, es la principal empresa láctea de Uruguay—, ANTEL —Administración Nacional de Telecomunicaciones, es la compañía estatal de telecomunicaciones—, ANCAP —Administración Nacional de Combustibles, Alcoholes y Portland—, Irurtia —bodega de vinos con sede en Carmelo—, Buquebus —empresa de transporte fluvial que conecta Uruguay con Argentina—, entre otras.
Si se busca vida sana, cerca de Piriápolis se encuentra el Cerro Pan de Azúcar, ubicado en medio de una reserva natural con animales nativos y con senderos para caminar por superficies irregulares. A esta opción de trekking se le suman el Cerro del Toro y el Cerro San Antonio, este último con las vistas más emblemáticas de la ciudad balnearia, donde las puestas de sol muestran variedad de tonalidades en el ambiente, y ya entrada la noche, desde la cima se logra divisar las luces de Punta del Este.
El paseo típico del lugar nos lleva a recorrer la Rambla de los Argentinos, la avenida costanera que toma su nombre de los clientes mayoritarios de los hoteles del fundador de la ciudad, Francisco Piria; desde allí se observa el paisaje costero hacia un lado y el paisaje ondulado por los cerros hacia el otro. La brisa nocturna obliga a un abrigo liviano, e invita a curiosear artesanías en los puestos que se intercalan con los comercios céntricos.
La pausa obligada en la caminata recreativa se encuentra en el Hotel Argentino, Casino & Resort, una joya arquitectónica diseñada por el arquitecto francés Pierre Guichot en la década de 1920. En el lugar cuentan que: “en 1930 Francisco Piria, luego de haber realizado 22 viajes a Europa, inauguró este Hotel a imagen y semejanza de los grandes hoteles de la Costa Azul. Importó de Europa lo mejor y más moderno: mobiliario, lencería, vajilla, instalaciones de cocina, máquinas para lavar la ropa, etc.”. Concebido como una construcción monumental con capacidad para 1200 personas, el Hotel Argentino constituyó durante décadas por sí solo un atractivo turístico. Una vez tentada la suerte en las ruletas, y luego de haber disfrutado de sus bellos espacios, la noche puede coronarse a pocos metros de distancia, bajando a la playa y admirando el paisaje ribereño.
Como contrapunto con la naturaleza, Piriápolis presenta en su trazado urbano las huellas de su circuito callejero de competición automovilística, ya que hasta 2010 pudo presenciarse en la ciudad el Gran Premio de Piriápolis, correspondiente a la Fórmula 3 sudamericana. Con un trazado sumamente exigente para los pilotos, la pista permitía desarrollar una velocidad máxima de 109 km/h, e interrumpía la calma lugareña con el rugido del deporte motor. Las curvas cerradas todavía se encuentran demarcadas en el cordón de algunas esquinas con pianitos pintados en colores rojo y blanco. Otros sitios de interés ineludibles de la ciudad de Piria son: el Museo Parque Municipal Castillo Francisco Piria, la Fuente de Venus, las aerosillas del Cerro San Antonio, el Hotel Colón, y el paseo por la zona portuaria.
Si se quiere experimentar Piriápolis desde la literatura, hay que buscar la novela de misterio Asesinato en el hotel de baños, de Juan Arturo Grompone, donde todo acontece en derredor del misterioso fallecimiento de un arquitecto europeo, ocurrido en 1905.
Nos retiramos de Piriápolis por la Ruta Interbalnearia General Líber Seregni, llevándonos el grato recuerdo de la cordialidad oriental experimentada en un hostel pintoresco, el sabor de la degustación de paella local y del Medio y medio uruguayo —vino espumoso moscatel combinado con vino blanco—, la lectura del último libro de Leo Maslíah, alguna anécdota sobre la garra charrúa en el fútbol y el tarareo de canciones de No Te Va Gustar.