La caída a la Primera B Nacional fue en 2023, pero se sintió a mediados de este año y estalló cuando quedó afuera del reducido. En el barrio Centenario necesitan revisar el pasado para tomar impulso y salir a flote.
Colón cerró una etapa difícil de su reciente historia. La eliminación del Sabalero ante All Boys el pasado 4 de noviembre en el porteño barrio de Floresta cerró un 2024 complejo y doloroso.
En muchas oportunidades la toma de conciencia de la realidad provoca bronca y dolor. Una vez más el proceso del tiempo aclara todo. Muchos en el “mundo Colón” no habían tomado noción de lo que era descender a la Primera Nacional, un torneo maratónico donde las diferencias entre los equipos son mínimas.
En eso de razonar “los procesos del tiempo”, no se puede comprender la realidad de Colón si no se dimensiona el terremoto económico y deportivo que provocó José Vignatti en los últimos años de su mandato. El descenso del 1 de diciembre de 2023 y el bochorno de hacerles creer a los hinchas que Colón se iba a quedar en Primera por el “escritorio” de AFA fueron la foto de un final de año que iba a tener una dolorosa consecuencia en 2024.
Bienvenidos al barro
Muchos sabaleros creyeron que tener un gran respaldo popular, uno de los mejores estadios del país y un título reciente de Primera División y haber jugado la Copa Libertadores hace un par de años le serviría para volver a la Liga Profesional en un abrir y cerrar de ojos.
El desconocimiento de la Primera Nacional de hinchas y varios periodistas santafesinos fue notorio a lo largo de todo el 2024. Por una gran primera rueda del Colón de Delfino creyeron que el Sabalero regresaba al trotecito y a esta altura del año estaría en el armado del plantel para afrontar la temporada 2025 de la máxima categoría.
“Es el torneo más parejo de la Argentina, es como una carrera de resistencia y no de velocidad”. Esa frase fue del mismísimo Iván Delfino cuando fue presentado a fines de 2023. Muchos no entendieron que ese entrenador experimentado les estaba diciendo lo que iba a pasar.
Aldosivi, el primero en ascender, no fue el más rápido, no ganó la carrera de punta a punta a pura velocidad. El equipo de Mar del Plata tuvo la capacidad de resistir todo el año, en 38 fechas solo estuvo primero en dos, en la fecha 25 y en la más importante, en la última. Y fue tan parejo que se quedó con ese primer puesto por diferencia de dos goles.
Colón aceleró a fondo en la primera rueda y fue puntero hasta la primera fecha de la segunda ronda, cuando empezó a ser un equipo más del torneo Nacional. A los pocos partidos sus hinchas y gran parte de la prensa santafesina pedían por la cabeza de Delfino. La dirigencia, ante la primera derrota de local (Mitre de Santiago del Estero), terminó con el ciclo de uno de los mejores entrenadores de la categoría.
Los tiros en los pies
Los primeros meses con aciertos de la Comisión Directiva se vieron reflejados en la elección del entrenador, en la reconstrucción absoluta de un plantel extremadamente caro que cambiaba de categoría, en la apertura de las puertas del club a las diferentes actividades deportivas, en la notable mejora en la comunicación, en las refacciones en diferentes sectores del estadio, predio y pensión, en la creación de una Subcomisión de Cultura, Historia y Museo, y otras tantas actividades. Pero el despido de Iván Delfino y la falta de refuerzos importantes en el receso de invierno comenzaron a evidenciar un segundo semestre complejo.
La Comisión Directiva se iba a pegar otro “tiro en los pies”. La bala tuvo nombre y apellido: Rodolfo De Paoli. El relator y DT desarticuló el equipo por completo, y lejos de darle estabilidad intentó cambiar todo en un partido. En su primera presentación metió seis cambios y varió el esquema defensivo (línea de tres con dos entrenamientos). Jugó horrible y perdió en Salta.
Seis partidos, perdió cuatro y ganó dos (ambos sobre la hora). La cuarta derrota fue ante el descendido Brown de Adrogué. Chau Rodolfo De Paoli.
En el medio de ese desastre futbolístico el plantel intentaba reconstruirse de sus problemas internos. Sí, además hubo graves inconvenientes en la íntima convivencia.
La recta final, con un partido de transición a cargo de Martín Minella (victoria ante Almagro), estuvo en las manos de Diego Osella. La decisión de convocar al DT para cumplir con la tercera etapa al frente de Colón fue una idea de Víctor Godano. No contó con el apoyo de sus colegas de comisión, y mucho menos con el de los socios e hinchas sabaleros.
Osella ganó en el debut, perdió ante San Telmo en un encuentro clave y empató los otros cuatro, entre los que se encuentra el partido del torneo reducido. A los diez días del final de la temporada Diego Osella fue despedido.
Es imposible llegar a buen puerto con tres técnicos en un año, ese mismo número de entrenadores pasaron en 2023 y Colón terminó en descenso.
Un conductor
En el medio de la tormenta, cuando llegaba Osella, en una misma conferencia de prensa Godano presentaba a Iván Moreno y Fabianesi como director deportivo. Esa noticia es la más rescatable de los últimos meses en la vida futbolística del rojinegro.
El ex jugador de la institución sabalera llegó para darle aire a la Comisión Directiva y dirigir el área más importante de Colón, el fútbol. Moreno y Fabianesi tomó las riendas y hoy es la pieza clave para descifrar el camino que tomará el Sabalero en 2025.
La tarea consiste en el desarme del plantel 2024, el armado del plantel para el año próximo y la contratación de un nuevo entrenador. “Necesitamos resolver el proyecto del 2025 con todo un equipo de trabajo que no tenga que ver con una historia reciente, para poder oxigenar un poco toda la dinámica deportiva que nos rodea, que es bastante compleja”, dijo Moreno y Fabianesi en la conferencia de prensa donde anunció la salida de Osella.
Además de poner en claro que llegó con “una escoba nueva” para barrer bastante, luego puso otras cosas en claro: “Hay que buscar jugadores competitivos y de calidad para una categoría muy compleja, hay material para enriquecer el equipo que tenemos, sostener a los chicos que tenemos para el futuro. Tenemos que ser inteligentes, estratégicos, hay que ser muy astutos para armar un equipo competitivo”.
También habló de un trabajo a fondo que se está haciendo en inferiores y de un “modelo de juego y una filosofía que está plasmada en el proyecto”.
Los pibes, el dinero y el futuro
En la tierra arrasada que dejó Vignatti, la estructura de inferiores es otro sector muy dañado en Colón. Recién en la última parte de la temporada se pudo asentar el pibe Alan Forneris, el único jugador de las canteras que está a punto para jugar en el inframundo del Nacional, Al resto de los “pibes” les falta. Los minutos de Yossen, Taborda y Yunis fueron importantes para que tengan algo de roce, pero recién en la próxima temporada podrían tener más tiempo de juego.
Por cuestiones de tiempo de trabajo y económicas, en 2025 Colón tendrá más futbolistas juveniles en el plantel profesional.
“Encontramos un club más deteriorado de lo que nos imaginábamos”, le dijo un alto dirigente sabalero a Pausa allá por el mes de abril. Los juicios heredados y las millonarias deudas fueron un punto crucial para afrontar un 2024 muy difícil, pero todavía con una pequeña ventaja de los aportes televisivos. En 2025 esos aportes son los mismos que puede recibir Talleres de Remedios de Escalada o Mitre de Santiago del Estero.
El panorama económico puede ser más oscuro en los próximos, aunque el lado positivo en la economía sabalera es que se terminan varios contratos onerosos.
Crece desde el pie
Para los desmemoriados o los que ignoran la historia, es importante recordar que las bases de Colón fueron construidas en el sacrificio de la falta de recursos. El club tejió su popularidad en los momentos más difíciles de su historia, y fortaleció su pertenencia a un modo de vivir el fútbol en los 14 años consecutivos de Primera “B” Metropolitana y Nacional “B” (1981-1995).
Colón no nació campeón ni jugando Copa Libertadores. En el barro, en las inundaciones y en el rancherío de sus orígenes pueden encontrar al club que se cansó de no lograr objetivos, a la institución que pagó caro sus errores propios, que besó la lona con sus arcas vacías, que se desangró en las disputas políticas internas y para el que, como tantos que están lejos del Obelisco, todo implica un sacrificio extra.
Bajar y volver en un año es lo más difícil que hay. En estos últimos tiempos lo hicieron River e Independiente, dos gigantes de América. Vale la pena meter un asterisco en este punto: el descenso de Colón en 2014 y su veloz ascenso ese mismo año tuvieron que ver con un caso extraordinario, ya que en una temporada de apenas cinco meses ascendieron diez equipos.
Esta vez Colón cayó y tuvo más peso, eso no se discute. Esta vez bajó el que estuvo casi 30 años seguidos en Primera, el campeón del 2021, el que jugó varias Libertadores y Sudamericanas. El Colón 2023 no se compara con el de 1981 ni con el de 2014, pero es el mismo de los orígenes humildes, el que se hizo de abajo y que sabe bastante de pasarla mal.
Son tiempos de repasar toda la historia sabalera, de 1905 a la actualidad, aunque el exitismo e impaciencia de estos tiempos bloquee los cerebros tan turbados.
No es muy complejo entender el legado de la historia para saber qué ropaje ponerse para jugar un torneo tan áspero como la Villa del Centenario a las 3 de la mañana. Es simple: si Colón no reconoce su ADN, no hay “estrella” que lo ascienda.