Imagen de la portada de la edición papel, por Rebo.

Por qué los papelones de Milei ante Trump son útiles para su “batalla cultural” y cómo se consolida un nuevo período de dependencia.

¿Cuál fue el hecho más significativo de las últimas semanas para el futuro de Argentina, la apertura de un megapuerto chino de contenedores en Perú, la firma de un acuerdo con Brasil para enviar el gas de Vaca Muerta o el triunfo de Donald Trump en Estados Unidos? ¿Y cuál es la trampa que hay en esa pregunta?

Corto plazo

En una perspectiva inmediata, la victoria del anaranjado jefe del oscurantismo global es un espaldarazo para la moral de la ultraderecha gobernante. Pusieron a un antivacunas a cargo de la salud pública, Elon Musk se apresta a desguazar las instituciones públicas, se prometió cárcel a docentes que respeten la perspectiva de género y desfinanciamiento total a las escuelas que los alberguen. Se prevé el retorno del rezo obligatorio a las escuelas.

Por un lado, son delicias para la “batalla cultural”, término que resonaba fuerte entre 2012 y 2015 y que ahora vuelve a vibrar, con sentido contrario. Si el presidente de la principal potencia continental es un orate a cielo abierto, qué se le puede señalar a Javier Milei y sus acólitos. Pero, más allá de la (equivocada) idea de que alcanza sólo con palabras –de 678 al celular y las redes– para disputar la sensibilidad política popular, por otro lado, avanza una ola de persecuciones contra mujeres, diversidades, infancias, adultos mayores, lo que venga que no sea un varón más o menos blanco.

Este retroceso continuo en derechos y políticas públicas –que sí abren caminos a nuevas formas de vida, de hacer las cosas y de adquirir otras miradas– está siendo observado por los jirones de la oposición partidaria con un desdén que a veces parece alivio. Hoy no está en discusión el uso de lenguaje inclusivo o de los pronombres, sino que no hay presupuesto para los retrovirales para personas con VIH, por ejemplo.

Los guiños públicos continuarán sucediéndose, Milei y Trump encastran en sus intereses económicos. Mientras Trump promete proteccionismo comercial y repatriación de empresas, Milei abre las importaciones hasta la puerta de tu casa y a través de tu celular, una medida demoledora no sólo para la industria sino también que pega hasta en el comercio. Tardíos, lentos e ineficaces –es la cuarta vez en 40 años que tropiezan con sus propios pies– los gerontes de la Unión Industrial Argentina salieron a patalear.

La incógnita más relevante es qué hará Trump en función de una nueva renegociación de Argentina con el FMI y cuánto peso puede tener su palabra en el organismo, considerando la inquietud de los países europeos frente al recrudecimiento de la guerra entre Ucrania y Rusia y el rol que ocupará el líder norteamericano.

El desastre del préstamo que él empujó para Mauricio Macri, el más grande de la historia del organismo, por lejos, tiene que leerse de dos formas. Por sus resultados –la auditoría del FMI dice explícitamente que sólo financió fuga de capitales– es un antecedente negativo. Pero también es la prueba de lo desmesurado que puede ser Trump a la hora de dar un apoyo político.

Mediano plazo

Sólo en el Gran San Pablo, Brasil, viven más de 22 millones de personas. Es el polo industrial más importante de Sudamérica y uno de los lugares con más helipuertos del mundo. La burguesía industrial paulista domina Brasil y se está quedando sin el gas de Bolivia, cuyos yacimientos están prácticamente secos.

En el marco del G20, en Río de Janeiro, el lunes 18 se firmó un acuerdo para extender hasta Brasil el gas que llega desde el Gasoducto Néstor Kirchner hasta la zona central de nuestro país. No queda en claro quién pagará la obra, cuyo memorando fue firmado por el ministro de Economía, Luis Caputo, y su par de Minas y Energía brasileño, Alexander Silveira.

Se corona así el ejemplo más impactante en el siglo de lo que implica (o no) tener continuidad en políticas de Estado y desarrollo de la infraestructura (obra pública). Sin el voto opositor liberal y por impulso del ministro de Economía del segundo gobierno de CFK, Axel Kicillof, el Estado se hizo del 51% de las acciones de YPF en 2012. Se hizo cargo de una empresa al borde de la quiebra y paralizada por Repsol, la compañía española que se la había quedado en los 90, gracias a las privatizaciones del menemismo, y que había vaciado los pozos y frenado a cero la exploración. La famosa crisis energética de Argentina es inexplicable sin la ruina de esa privatización. A la inversa, sin esa estatización no hubiera habido desarrollo de Vaca Muerta y planificación del gasoducto.

Milei hoy disfruta de lo que Kicillof engendró.

Se espera que las exportaciones comiencen en 2025, de a poco. Sobra gas, sobre todo porque la industrialización argentina está en demolición. En dólares, y en un plazo de cinco años, el monto exportado será equivalente a una pampa húmeda. La economía, la sociedad y la política se pueden dar vuelta como una media. ¿Cómo es una Argentina en la que el poder de la renta agraria queda en segundo lugar?

Como sea, todavía falta. En el camino, Javier Milei tiene una ventana para llegar con dólares a las elecciones intermedias, si supera el mazazo del turismo al exterior este verano, si el FMI le afloja un poco y si tiene músculo para hacer obra pública para mandar el gas al exterior.

Llegar con dólares quiere decir que el ancla cambiaria continuará, como base para el ancla salarial y la estabilidad de precios. Como sucedió en los 90, aquellos que no estén caídos, sobre todo aquellos que estén con muuuchas cuotas pendientes, tendrán más de una razón para bancar al libertario.

Largo plazo

Mientras Milei festeja que tiene chances de llegar con dólares a las elecciones del año que viene, Brasil está abrochando el gas que necesita para ser independiente en la producción de fertilizantes. A Milei la ultraderecha yanqui le cortó el micrófono y lo bajó del escenario, entre risas y destratando a toda una Nación, el 15 de noviembre. Un día antes, Xi Jinping estaba en Lima, junto a la presidenta Dina Boluarte, inaugurando el megapuerto.

Fuimos el país de Raúl Alfonsín, plantándose ante Reagan en la Casa Blanca para decirle “No podemos hacer que los ajustes recaigan sobre los que menos tienen”. Fuimos el país de Néstor Kirchner, liderando en Mar del Plata el rechazo continental al acuerdo de libre comercio con Estados Unidos. Tiene razones de sobra Javier Milei para hacer el monito ante Trump. Su gesto avergüenza a quienes apreciamos el acervo y lo muchísimo logrado en 40 años de democracia. Al precio de su ridículo, Milei hace que nuestro legado histórico se arrastre por el suelo como una babosa.

Ocho años demoró China en construir el mayor puerto comercial de Sudamérica en Chancay, Perú. Admite supercargueros que no pueden pasar el Canal de Panamá. La inversión fue de 3400 millones de dólares. Mientras tanto, por la parálisis de la obra pública, en Argentina se están terminando de arruinar las dos represas santacruceñas que, en su momento, representaban la mayor inversión china en el mundo.

China hace obras que estructuran las economías, sin perder de vista su necesidad. Por Chancay puede ir el comercio con Brasil, también. La obra se inserta en los acuerdos de la Franja y la Ruta de la Seda. Esos acuerdos que había terminado de abrochar Alberto Fernández y que Javier Milei dinamitó.

A la inversa, Estados Unidos hace poco más que generar lazos de dependencia financiera. Y nosotros hemos descendido otra vez a la categoría de republiqueta timbera.

Como sucedió con el menemismo, quizá recuperemos la estabilidad de precios (atada con el alambre de un insostenible atraso cambiario), pero lentamente la infraestructura se irá deteriorando y atrasando, los avances científico tecnológicos se irán disolviendo y los desocupados incrementarán en número y en años de buscar trabajo sin resultado.

Y ahí está la trampa de la pregunta del comienzo: dar por sentado un futuro único para toda la Argentina. Hay muchos futuros distintos porque hay muchas Argentinas diferentes. Es coherente profundizar la dependencia financiera respecto de Estados Unidos, abandonar la obra pública, perforar hasta el derrumbe la industria y abortar cualquier vestigio de desarrollo.

Plata dulce sin Tinelli, oscurantismo con botas y sin fusiles, país abandonado que se va transformando en ruinas, mendigos del mundo. Corto, mediano y largo plazo. Allá vamos.

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