—En el fondo somos todos arbolitos…

—¿Usted dice que somos todos indios ranqueles?

—No, más bien, un arbolito cambiario, pero con conexión inalámbrica de datos que pagamos mediante el tiempo y la pérdida de privacidad. ¿No vio que ahora puede vender dólares vía Galperín?

—Ah, yo pensé que me hablaba de la banda de música N.I.S

—¿Nis?

—Sí, stolen native indian.

—No, más bien pensaba en cómo la evasión y la fuga de divisas es casi como jugar al minecraft. Un montón de bloques dispuestos en un espacio indefinido, como si los objetos pudieran sostenerse por simple ausencia de gravedad. Nada se sostiene con una teoría, ya lo comprobamos con el marxismo. Hablar de política siempre me da calor. 

—¿Probó poner una toalla mojada detrás del ventilador? Es el aire acondicionado de un futuro presente contínuo. Algo que gira siempre en el mismo lugar. 

—No envasamos la vía láctea porque todavía no le encontramos uso. 

—¿Funcionamos o existimos? Funcionarios y exitistas. Hay que elegir, ¡¿o le agarro un ataque metafísico!? Para mí el juego está entre vivir y sobrevivir.

—Bueno, pero de todas maneras sobrevive hasta una ameba.

—¿Vio lo inteligente que son los pulpos?

—Si tiene que elegir entre un árbol y un ave, ¿qué elige?

—Sea más preciso por favor: ¿elegir para comer, comprar o vender?

—Me exige precisión en algo en que no hay diferencias, todas necesidades básicas humanas. Faltaría apostar, que es la cuarta.

—Hablando de apostar y en un juego de alquimia barata, si las opciones son transmutar, ¿Qué le gustaría elegir?

—Transmutar, no estoy familiarizado con el término.

—No se haga el nuevo, estamos hablando de convertir (una cosa o a una persona) en otra. Mediante conjuros o fórmulas mágicas para conseguir lo que deseamos. Casi como un recibo de sueldo.

—Sin dudas, una piedra.

—Pero la piedra no desea.

—Ojo, que algunas piedras alguna vez fueron árbol.

—La intención es transmutar hacia algo que permita conseguir lo que deseamos, ¿no me entendió el concepto? 

—Entendí perfectamente, deseo ir hacia algo que no desea.

—¿Cómo le va a decir “algo” a una piedra? Años y años de construcción silenciosa, siglos, milenios. La piedra ha visto cosas que nunca hubiéramos podido imaginar. Naves de combate en llamas más allá de Orión. Ha visto relámpagos resplandeciendo en la oscuridad cerca de la entrada de Tannhäuser. Todos esos momentos se perderán en el tiempo, igual que lágrimas en la lluvia. Llegó la hora de morir.

—Gran final. El mejor de la industria.

—Fíjese que se nos fija como final, pero como la industria no puede terminar así, con la muerte de un simple androide, volvemos a la historia de amor para que la pareja finalmente logre escapar del sistema. Auto. Ruta. Música de Vangelis. Créditos.

—Casi como la vida misma.

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