ANUARIO 2024 | Javier Gerardo Milei puede ganar en 2025, pero el precio de contener la inflación son la pobreza, la recesión y el aumento de la desocupación. Tan 1994 que duele.

Pares y profanos están extraviados, embelesados, encandilados con el 2,4% de inflación de noviembre, el riesgo país bajando de 700 puntos, el dólar clavado en los mil pesos, la brecha con el blue en un mínimo. Javier Milei puede tener la economía dominada como para llegar campante a la elección de 2025 y triunfar.

Quizá sea así. Para eso necesita una buena cosecha –la habrá–, que la sangría de dólar barato de turismo no sea tan salvaje, que el Gasoducto Néstor Kirchner sigue trabajando sin problemas y que Donald Trump afloje unos miles de millones. Lo último es decisivo, difícil, mas no imposible.

El país vuela de inflación en dólares. El ancla salarial y el ancla cambiaria hacen que hoy un pobre argentino tenga más o menos el mismo valor que un pobre yanqui: la canasta básica está arriba del millón de pesos. Si ganás mil dólares al mes, sos pobre.

Ese es el precio de contener la inflación. Quiebras todas las semanas, aumento continuo de la desocupación. Del otro lado, dólar barato y vuelta de las cuotas. Todo es tan 1994 que duele. La economía se traduce en política de diversas maneras. La inflación se traduce en discusión pública. Del precio de tomate hablás con los desconocidos, delante de la góndola. No sucede lo mismo cuando te echan del laburo: a veces ni se lo contás a tu familia. Vale recordar: en mayo de 1995 había 18,4% de desocupados y Menem y su Convertibilidad ganaron por afano.

El atraso cambiario, sin embargo, es insostenible o implica paradojas irresolubles. Argentina puede endeudarse todavía más, pero el grifo no es infinito. Puede vender empresas, pero eso no le permitirá más que tirar un suspiro. Si la economía se reactiva, las importaciones también lo harán y, con ello, volverá el déficit de comercio exterior, hoy inexistente por la recesión.

Si para contener la inflación los libertarios intervienen desde el Estado en el precio del dólar, de los salarios y de las tarifas (sí, todavía queda un buen troncho de subsidios), la continuidad de la recesión es inevitable. Si sueltan alguno de esos tres precios decisivos, es muy probable que la inflación pegue un importante salto y se diluya todo el capital político acumulado por el gobierno.

Esa es la ruedita en la que hoy estamos entrampados. Más en la profundidad que las cuentas nacionales o el día a día del bolsillo, el país naufraga en un ajuste suicida. No se hace cloaca, no se hace asfalto y tampoco se hace acueducto u obra de electrificación. La recesión inducida desde el Estado tiene como reverso un atraso en la infraestructura de todo nivel que se va a lamentar por décadas, tanto como ya se lamentan las vidas masacradas por el inevitable aumento de los accidentes en las rutas abandonadas.

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