En un contexto de negacionismo climático y retrocesos en materia de protección ambiental, en un aula de Derecho se reflexiona sobre lagartos, la legislación internacional sobre Diversidad Biológica, la preservación de los derechos conquistados y el futuro.
Con la frase que titula esta columna comenzamos el día. ¿Por qué?, le pregunto a mi hijo. Para salir a buscar zorros con mis amiguitos. Efectivamente, ayer vieron un zorro y rápidamente se convirtieron en pequeños exploradores improvisados de entre 4 y 10 años que caminaban con ramas de diferentes tamaños guardadas en sus pantalones o utilizadas como bastones para ir al encuentro de otros zorros y saber dónde y cómo viven y qué comen sin la intermediación de ninguna pantalla o reja de zoológico.
¿Hasta cuándo habrá zorros habitando tan cerca de Santa Fe?, pensé. Este es un tema recurrente para mí. Hace un tiempo escribí una crónica inspirada en la interacción y mirada sobre un lagarto overo y siento estar ahora escribiendo su secuela en un particular contexto: terminó la COP 16 del Convenio Marco de Diversidad Biológica, que finalizó con ciertos avances, pero también con interrogantes y desafíos que permanecen abiertos.
Esta Conferencia de Partes se desarrolló en la ciudad de Cali en Colombia. Participaron casi 200 Estados que han ratificado este Convenio y un gran número de organizaciones no gubernamentales, expertos y otros actores sociales que se ocupan del tema. El vínculo entre extinción acelerada de especies y cambio climático, las opciones para avanzar en mayores niveles y superficies de protección, las estrategias para fortalecer la participación de comunidades locales e indígenas en la toma de decisiones, así como la manera de movilizar y disponer de los recursos necesarios para conservar especies fueron algunos de los principales temas abordados en la localidad colombiana. Estas agendas de discusión y acuerdos globales repercuten de manera directa en las realidades nacionales: cada Estado Parte debe configurar su propia estrategia local. La Estrategia Nacional de Biodiversidad y Plan de Acción propuesta por Argentina fue presentada este último 30 de octubre como resultado de un proceso participativo de varios años en el que confluyeron un conjunto de sectores y jurisdicciones y que ha sido coordinado por la Comisión Nacional de Biodiversidad. Su implementación abre múltiples interrogantes en un contexto de negacionismo climático y retrocesos en materia de protección ambiental, pero resulta clave para lograr que sigamos conviviendo con especies de todo tipo que ven disminuir año a año su número a causa de la destrucción ininterrumpida de sus hábitats.
Para eso, pienso, se necesita que mañana sea como ayer en el sentido de continuar conviviendo con las especies de ese ayer. Pero, a su vez, se requiere de un mañana que no sea como ayer: el tiempo corre veloz y los desafíos se acrecientan ante un destino que se nos muestra cada vez más trágico.
Vuelvo ahora al lagarto. Varias personas me hablaron sobre esa columna, pero realmente nunca sabemos hasta donde llegan las palabras que dejamos plasmadas en diferentes sitios. Es difícil saberlo, pero a veces algunas coyunturas facilitan esa tarea. Los riesgos ambientales y las injusticias socioecológicas tienen mayor presencia en los debates contemporáneos y las aulas universitarias no son una excepción. En un trabajo práctico de estudiantes de Derecho (mis estudiantes) encontré algunas frases inspiradoras a propósito de ese texto que les ofreció mi compañero de cátedra. Me llamó la atención que algo del orden de lo efímero y lo simbólico haya sido colocado en el centro de sus pensamientos. Dicen, por ejemplo: la imagen de Stefano, capturando el lagarto se convierte en un símbolo de lo efímero y lo valioso.
Luego afirman que la autora de la nota intenta recuperar una identidad conectada con la naturaleza, representada por su relación simbólica con el lagarto y cierran esa sección con una frase hermosa: "La presencia efímera del lagarto puede entenderse como una resistencia simbólica ante esta tendencia a la individualización y la desconexión".
El Convenio sobre Diversidad Biológica forma parte de nuestro sistema legal hace 30 años. Es parte de ese derecho que estudian en la Facultad en que doy clases. Pareciera estar bastante lejos de ser efímero. Sin embargo, en algunas clases, estudiantes me comienzan a plantear de modo recurrente el temor por la pérdida de derechos conquistados. A su vez, 30 años de vigencia de este Convenio se podrían pensar contrapuestos a lo cada vez más efímeras que pueden resultar nuestras posibilidades de convivir con un sinnúmero de especies: un mañana muy distinto al ayer.
Además de lo fugaz también apareció el valor de lo simbólico. Y aquí me quiero detener en una imagen que condensa algo de nuestra coyuntura en la que la educación pública y el sistema científico y tecnológico, esos espacios en los que se forma a buena parte de quienes se dedican a conocer más sobre hábitats, especies y conservación, se encuentran bajo ataque permanente.
En el último teórico que di en una de las materias en que trabajo, me despedí y se sucedieron una serie de episodios. Vino este grupo de estudiantes y me dijo que primero no tenían ningún interés en esto del lagarto pero que cuando leyeron realmente la crónica me agradecieron por escribirla. Mientras tanto espontáneamente me estaban aplaudiendo en el aula, no me había pasado esto antes. Creían, tal vez, que me aplaudían a mí, pero en el fondo esos aplausos combinaban algo de lo efímero y lo simbólico: todo eso que –sabemos– se condensa en las aulas de la universidad pública argentina. Ese lugar en el que se forman quienes saben que los derechos conquistados pueden perderse y puede costar mucho recuperarlos y que las especies pueden extinguirse aceleradamente y sin retorno.
En ese mismo escritorio una semana antes se recibió un estudiante. Cuando terminó el examen nos dijo: me recibí, soy primera generación. El ayer de las personas que pasan por la universidad pública no es igual al mañana, y a la vez en esas aulas hay momentos que combinan lo simbólico y lo efímero y grafican todo ese ayer que necesitamos cuidar para tener un mañana.