La perspectiva personal de un militante social de base sobre la obra y la teología de Francisco. Cómo llegó a su vida y qué lugar ocupa en su práctica política una premisa básica: el encuentro.
Por Giuliano Carnaghi
El Papa Francisco siempre estuvo por encima de la grieta. Dicen que de los laberintos dicen que se sale por arriba. Y no tengo dudas que el Papa Francisco buscaba algo superior y por eso trabajó toda una vida en construir un pensamiento que vaya en esa dirección. Muchos no lo entendimos.
¿Estamos a tiempo? Sí. Aún estamos a tiempo de seguir promoviendo el pensamiento de Francisco. Argentina lo necesita muchísimo. El mundo en guerra muchísimo más. Todos necesitamos beber y disfrutar de esa fuente cargada de divinidad, de filosofía, de política, de matices, de dudas y de caminos a desandar. Estamos a tiempo de reparar los daños de aquellos que nos confundimos con Francisco. De animarnos a leerlo, a abordarlo, y de comprenderlo. No tengo dudas que te va a hacer una mejor persona, más sabia y más humilde, más humana.
Este relato intenta ser lo más fiel a los sucesos temporales, pero me es muy difícil hacerlo con la precisión que se merece. Esta historia arranca con mi familia, Inmaculada y los jesuitas, la carrera de sociología, el peronismo y la militancia social. Tiene horas, días y años de búsqueda, de indagación, de lecturas, de estar de acuerdo y a veces no tanto, de contradicciones, y de todo lo que tiene que ver con un proceso de formación y de construcción de un pensamiento social, que alcanza una cierta maduración con el “encuentro” de un texto. Un texto que fue un antes y después en mi vida.
La historia
La pretensión de este escrito no es desarrollar el pensamiento teológico y social del Papa Francisco ni tampoco ofrecer una serie de datos rigurosos del mismo. Primero, porque nunca me he dedicado de forma sistemática a estudiar la vida de Jorge Mario Bergoglio y segundo, porque si bien vamos a hablar del Papa Francisco, también vamos a hablar de la influencia que tuvo Bergoglio en mi trayectoria de vida. Es decir, a partir de un caso particular vamos a explorar la relación que tuvo Bergoglio con el pueblo y con la política argentina y luego vamos a reflexionar sobre cómo nos comportamos los argentinos con el Papa Francisco y cómo la grieta nos llevó a muchas personas a no comprender a uno de los argentinos más importantes de nuestra historia, sino es el más importante.
Yo vengo de una familia peronista-kirchnerista de primera hora. El derrotero, la traición y la orfandad que implicaron los gobiernos de Menem durante la década de los 90 llevó a muchas personas a pensar que el Partido Justicialista ya no representaba los principios y valores del peronismo. En plena crisis social, económica y política, la llegada de Nestor Kirchner a la Casa Rosada en 2003 fue una bocanada de aire fresco y sus políticas de no alineación, de derechos humanos, de desarrollo económico con inclusión social entre otras fue una invitación a volver a creer en la militancia y en la transformación social a través de la política (aún cuando el humo del ¡Qué se vayan todos! no se había disipado).
A su vez, hice la secundaria en el Colegio Inmaculada perteneciente a la Compañía de Jesús. Los jesuitas son una especie fascinante. Su historia está cargada de leyendas y mitos, a favor y en contra, pero nadie puede negar la influencia que han tenido en casi 500 años de historia en el desarrollo de la fe, la educación, las ciencias, la política y otras dimensiones de la realidad. Estudiar con ellos fue una experiencia única. Los jesuitas no son el típico cura convencional (sin desmerecer a nadie), ellos tienen una formación y un carisma especial, que luego traducen a toda la serie de actividades pastorales, de viajes a la naturaleza, de contacto con las periferias y de su “espiritualidad ignaciana” que hacen un vivir y sentir el cristianismo de una forma diferente.
En ese contexto, iba creciendo como adolescente y me di cuenta que muchos de mis compañeros y sus familias no eran peronistas ni tampoco les interpelaba mucho el cristianismo ni la justicia social (comenzaba a comprender el calificativo de gorila). Años después, ya en la carrera de sociología, comprendía el proceso de deterioro de la derecha argentina. Los vestigios de aquella derecha ilustrada de principios de Siglo XX, quienes eran los hijos de los fundadores de Santa Fe, habían desaparecido para darle lugar a mucha tilingada de derecha.
De forma inesperada, pero supongo que alguna vez iba a suceder, en mi vida ingresa la figura de Bergoglio en el año 2011. Yo estaba iniciando la carrera de sociología y no recuerdo bien el mes, si fue abril o mayo, pero estaba participando de la misión de Alto Verde y habíamos ido a la Vuelta del Paraguayo a bendecir las casas y hacer actividades pastorales y lúdicas. Al medio día, teníamos que volver para la capilla de Los Milagros y mientras esperábamos que pase la Línea 13 en la parada de colectivo, me puse a hablar con un joven jesuita llamado Marcos Muiño. No recuerdo cómo fue que llegamos a charlar del tema pero salió la figura de Bergoglio. Yo, que venía de una casa que consumía excesivamente 6,7,8 y algún que otro dispositivo comunicacional K, recuerdo que lo recontra bardeaba a Bergoglio. Tenía una posición bastante kuka, muy soberbia e hiper chicanera. Entonces, le tiraba muchos “palitos” a Marcos diciendo que Bergoglio era un careta, que era un gorila, que estuvo vinculado a la dictadura militar y diferentes argumentos de ese tipo. Lo cierto es que no recuerdo en detalle la conversación pero Marcos con mucha paciencia y tolerancia me contaba las cosas que se hacían en el marco de la pastoral social de Buenos Aires, los curas villeros y los Hogares de Cristo. Por supuesto, yo no escuche un carajo. En ese momento estaba curtiendo las lecturas de la Teología de la Liberación y la izquierda latinoamericana; cualquier argumento que no venga de ese palo más revolucionario, me parecía una cagada.
En el año 2012 deje de participar en las actividades pastorales del Colegio Inmaculada y a mediados de ese año con otros ex alumnos, un grupo de jóvenes que venían del Colegio de la orden de los agustinos y vecinos de Alto Verde comenzamos a armar “Arroyito Seco”. Con Arroyito se inicia una historia de militancia social que luego nos llevó a la Liga Infantil de los Barrios y que perdura hasta nuestros días.
En el año 2013, estaba haciéndome estudios médicos para operarme de la nariz, tenía el tabique desvíado, roncaba mucho y respiraba muy mal. Mientras estaba en la clínica Notre Dame de calle Junín con mi vieja y el médico en el consultorio nos enteramos que Bergoglio fue elegido Papa. Recuerdo la felicidad del doctor. No conocía un carajo sobre la vida de Bergoglio, pero ¡qué más daba!, como buen argentino fue espontánea la alegría del Doctor porque otro argentino había llegado a un lugar increíble. Era uno de los hechos más importantes de la historia argentina pero yo, en mi pose de full radicalización de la década ganada, le dije: ¡No!, Bergolglio es re careta, que estuvo vinculado a la dictadura militar, que entregó curas, que tal cosa, que otra.
La militancia
Con Arroyito y con la Liga Infantil de los Barrios comenzamos a buscar experiencias similares a la nuestra en el resto del país. Así fue que dimos con la Unión Clubes Parroquiales y los Hogares de Cristo, aproximadamente en los años 2014 o 2015. Conocimos cómo trabajaban y el formato de las 3 C: Colegio, Capilla y Club. En consecuencia, empezamos a empaparnos de cómo vivían la fe en las capillas y parroquias de las villas de la Capital Federal, del conurbano bonaerense y en algunos puntos recónditos del interior del país.
En esa indagación, no encontramos una persona que no lo banque al Papa Francisco. ¡Pero ni uno! Ya sea la doña que ayudaba en el club parroquial en la copa de leche hasta el cura villero. Todo el mundo lo quería a Bergoglio. Así fue que empecé a dudar y pensar: si esta gente que le dedica la vida a lo comunitario, que se está muriendo trabajando por cambiar la realidad de los demás, que hacen un laburo serio, abrazando la vida como viene como dicen los curas villeros, si estos héroes sin capas todos lo bancan al Papa, bueno, algo capaz que estoy pensando mal.
No era hablar del Papa como si fuera una deidad, sino que hablaban de conceptos centrales del pensamiento de Bergoglio como la cultura del encuentro, la cultura del descarte, el diálogo social, entre otros. Había todo un sistema de pensamiento y todo un repertorio de acción muy trabajado y ejercitado. Eso me llamó muchísimo la atención.
A su vez, buscando en internet empecé a seguir a los amigos de la Asociación Civil Centro Nueva Tierra de la ciudad de Buenos Aires que llevan adelante dos hermosos proyectos: Factor Francisco y El Polo Formativo del Fin del Mundo. Allí, Nestor Borri, Santiago Barassi y Mauro Role, entre otros compañeros y compañeras, hacen un ejercicio intelectual, social y político en promover el pensamiento social del Papa Francisco. Esta asociación fue una fuente de conocimiento para saber más del Papa desde otras perspectivas.
Por otro lado, la figura de Juan Grabois fue un motivo de profundizar en las lecturas del Papa Franciso. Todos los que estamos en la militancia social hace años, seamos del palo que seamos, reconocemos en Grabois y el MTE una experiencia genuina de organización popular. En el 2012 o 2013 un conocido que vivía en Buenos Aires me había comentado que había un “loco” que quería armar un sindicato de los trabajadores excluidos, una idea de por sí, muy interesante. Ese loco se llamaba Juan Grabois, quien después fue uno de los encargados de organizar los Encuentros Mundiales de los Movimientos Sociales en Bolivia donde estuvo el Papa Francisco.
Llegando a los años 2017 y 2018 comencé a profundizar en lecturas de la Teología del Pueblo, principalmente del jesuita Juan Carlos Scannone. A su vez, en la obra del uruguayo Alberto Methol Ferré, volví a las fuentes del peronismo a releer la Comunidad Organizada, a indagar sobre Rodolfo Kuch y del teólogo italo-alemán Romano Guardini, entre otros autores que son fuentes de la construcción del pensamiento teológico, social y político del Papa Francisco. También empecé a indagar un poquito en algunas lecturas parciales de las exhortaciones apostólicas y encíclicas Evangelii Gaudium y Laudato Sí. Todo esto, entiéndase, en un momento de la vida donde uno tenía que trabajar, estudiar la carrera de sociología y militar en Arroyito y la Liga. A veces tenía una mezcolanza y unos cruces de pensamientos que eran una verdadera ensalada: Padre Mugica y la opción preferencial por los pobres, Marx, Durkheim y Weber, Beck, Giddens y Baumann, el Dosel Sagrado con Peter Berger desde la teoría sociológica (en ese momento profundizaba en lecturas de sociología de la religión y política para mi tesina), Denis Merklen, Gabriel Kessler y Pablo Semán. Relecturas del peronismo clásico. Emilce Cuda, la primera mujer teóloga argentina. Algunas lecturas latinoamericanas como Mariátegui y Freire. Literatura: Saer, Borges y José Hernández. Historia de los clubes de barrio y sociología del deporte. Un verdadero descajete que podría resumir todo en una sola frase: la cultura del encuentro.
La Cultura del Encuentro es el fundamento de todo lazo social, resumido de forma muy sabia por Bergoglio en una frase. Después de tantos años de lecturas, formación, militancia, de hacerme un poquito el intelectual, de luego entender que, como decía San Ignacio de Loyola “no el mucho saber harta y satisface el alma, sino el sentir y gustar de las cosas internamente” y de comprender que en los muros de la universidad no están todas las preguntas y mucho menos las respuestas, entendí que una frase tan simple como la cultura del encuentro es herramienta de lucha extraordinaria para el más pobre, el más creyente, el más intelectual y quien quiera abrazar. Porque esconde en su simpleza una complejidad virtuosa. Una frase cargada de profundo sentido.
El texto
Durante la pandemia, en esas largas noches de lecturas y búsqueda de bibliografía por internet dí un con un texto que se llama “La Nación por Construir: Utopía-Pensamiento-Compromiso” escrito por el Arzobispo Bergoglio en el marco de la VIII Jornada de la Pastoral Social de la Ciudad de Buenos Aires en el año 2005. En este texto, de solo unos pocos años luego de la crisis del 2001, de los asesinatos de Maximiliano Kostecki y Darío Santillán y de tantas penurias sociales que vivíamos como pueblo, Bergoglio nos invita a debatir una propuesta para reconstruir la nación y los vínculos sociales en Argentina.
Este hermoso texto de 27 páginas compuesto por tres capítulos tiene una profundidad y densidad filosófica y política que es una herramienta de formación esencial para cualquier persona que quiera dedicarse a la militancia social, a la política partidaria, ser voluntario en una ONG, o lo que sea. Además, es un texto universal pero a la vez, profundamente argentino. Es un llamado a debatir y confrontar con la filosofía posmoderna y el fin de la historia… A buscar la guía en nuestro pasado, con lo bueno y con lo malo. Bergoglio nos propone en el título del capítulo 1: Un Pensamiento que tenga “memorias de las raíces”: (Una mirada amplia que una el presente desde la “memoria de las raíces” y que se dirija al futuro, donde maduren los frutos de una obra colectiva). ¿Qué nos quiere decir ? Que no nos vengan con recetas extrañas y foráneas que no son de nuestro pueblo. Nada bueno puede salir de un borrón y cuenta nueva. Tenemos una historia como pueblo y desde allí nos proyectamos y nos sanamos. Tenemos instituciones como los clubes de barrio, que tienen más de 100 años de historia, que son una creación del pueblo argentino y que tanto bien le ha hecho a nuestra patria y sociedad, como para dar un ejemplo concreto. En el capítulo 2 nos plantea como título: La Utopía de refundar los vínculos sociales: (Ante el desarraigo, retomar las raíces constitutivas para construir el futuro desde el presente). Entendemos que los vínculos sociales se refundan desde un pasado compartido y motivado por una utopía y sueños por construir. Muchas veces algunos “profesionales” que trabajan con los pobres hablan de “estrategias”, de “dispositivos” y “del arrasamiento subjetivo de los pobres”, poniendo al otro en un lugar de impotencia y por efecto poniéndose a uno mismo en el falso diagnóstico que solo puede tener una pizca de verdad en los muros universitarios pero que no motoriza cambios. Como si la realidad se puede modificar desde la teoría. ¿En serio? Tal vez, digo yo, no sé, no es más sabio proponer hacer un club donde las infancias puedan jugar y divertirse y la familia se congregue en torno a eso. Y que ese club tenga un nombre, un escudo, unos colores y que genere identidad y partir de esa identidad la comunidad comienza a resolver otros problemas del barrio como la basura, el colectivo, la violencia. Ante la situación de exclusión, desarraigo y orfandad, no es mejor hablar un idioma que conocemos todos como el del club o cualquiera que tenga cierta tradición cultural popular. Tal vez si entendemos que no hay que inventar la pólvora ni “dispositivos”, “estrategias” o “abordajes” para refundar los vínculos sociales y que tenemos que apelar a las mejores creaciones de nuestro pueblo entendamos que la respuesta está en la memoría de las raíces, de nuestros abuelos, de nuestros antepasados, que no se borra de un plumazo y aún hoy hay buenas tradiciones que son el cimiento del lazo social. Finalmente, el tercer capítulo se llama Creatividad y compromiso para construir nuestra Nación: (Nos ponemos en marcha como nación para construir un futuro para Todos). Acá Bergoglio nos invita y llama a poner en marcha la Nación por Construir, la cual solo se puede hacer promoviendo el diálogo social y la cultura del encuentro, ante un momento de tanta orfandad y cultura del descarte.
En el pensamiento del Papa Francisco, existen lo que podemos llamar como premisas bergoglianas que son pautas que ordenan la vida humana:
• El todo es superior a la parte.
• El tiempo es superior al espacio.
• La realidad es superior a la idea.
• La unidad es superior al conflicto.
Más de una vez encontré estas premisas en publicaciones en internet, en conversaciones con curas, laicos y personas vinculadas a la Iglesia Católica. Más de una vez las repite sin mucho sentido y profundidad. En aquel texto del año 2005, comprendí que el Papa Francisco hace tiempo viene construyendo un pensamiento religioso, social y político que tenía una profundidad divina. Con ese texto lo entendí a Bergoglio y lo entendí a Francisco. Me di cuenta que estaba frente a un tipo realmente distinto, algo de Dios. Que nos regala a los argentinos y al mundo una guía para ser mejores, para mejorar esta realidad de mierda y no perdernos en ideologismos boludos que nos empantanan y no nos dejan avanzar en acciones concretas que transformen.
Después de "La Nación por construir", profundicé en otras intervenciones que tuvo Bergoglio como Arzobispo de Buenos Aires, en sus homilías, en los Te Deum, en las cartas a las comunidades educativas católicas en donde también se ven pinceladas del pensamiento que está construyendo y que están cargadas en la página oficial del Arzobispado de Buenos Aires. No obstante, el otro concepto que me voló la cabeza fue el de Poliedro y la unidad en la diversidad. Entre tanto fracaso político, tanta grieta y tanta impotencia de vivir mejor. Francisco nos propone surfear la grieta y gambetear sus vértices con el concepto de poliedro. Nos dice en su encíclica Evangelii Gaudium, en el punto 236:
“El modelo no es la esfera, que no es superior a las partes, donde cada punto es equidistante del centro y no hay diferencias entre unos y otros. El modelo es el poliedro, que refleja la confluencia de todas las parcialidades que en él conservan su originalidad. Tanto la acción pastoral como la acción política procuran recoger en ese poliedro lo mejor de cada uno. Allí entran los pobres con su cultura, sus proyectos y sus propias potencialidades. Aun las personas que puedan ser cuestionadas por sus errores, tienen algo que aportar que no debe perderse. Es la conjunción de los pueblos que, en el orden universal, conservan su propia peculiaridad; es la totalidad de las personas en una sociedad que busca un bien común que verdaderamente incorpora a todos”
Cuando leí con profundidad esta idea sentí vergüenza de todas las veces que como militante me dejé llevar por lo ideológico. De cuando puse mi visión ideológica por encima de una construcción política que busque abrazar y construir desde lo real. Que genere procesos. La realidad no va a ser como yo quiero, eso es totalizante. Hay que dialogar, negociar, confrontar, pero al fin y al cabo, acordar con el que no piensa como yo. Y me refiero a acordar acciones, procesos y hechos, por supuesto, que tengan como horizonte generar mayor justicia. No sé hasta qué punto los argentinos sabemos hacer bien esto, pero hay buenos ejemplos: la Asignación Universal por Hijo fue una política pública acordada entre el kirchnerismo, el radicalismo, la coalición cívica y fue una idea tomada por la Iglesia Católica y fue una política universal que muchas organizaciones internacionales como UNICEF, el Banco Mundial, la OMS, entre otras, valoraron positivamente en un mundo cada vez más desigual. Durante el gobierno macrista, el Registro Nacional de Barrios Populares (Renabap) y luego la sanción de la Ley de Integración Socio Urbana es otro ejemplo de las consecuencias positivas del diálogo social de fuerzas opositoras, como los movimientos sociales, el peronismo, el radicalismo y el macrismo.
El encuentro
Algo que siempre me llamó mucho la atención fueron los antikirchneristas que se alegraron cuando Jorge Bergoglio se transformó en Francisco porque en el calor de la “década ganada”, Bergoglio fue una persona crítica. Pero luego, cuando como Papa Francisco empezó a desplegar su discurso y pensamiento revolucionario de amor y fraternidad social, muchos argentinos antikirchneristas se espantaron porque ahora parecía que el Papa se había vuelto Peronista o Comunista y lo ubican más cerca de un lado que de otro de la grieta. No faltan los periodistas como Horacio Verbitsky que tanto mal hicieron y hacen al sentido común de la gente y que persiguen intereses muy oscuros. Y también estamos, quienes al principio lo puteábamos y menospreciamos porque no era funcional al kirchnerismo. Todos deberíamos estar arrepentidos y pedirle perdón.
Somos raros los argentinos. Desde el fin del mundo sale el primer Papa latinoamericano y jesuita. Pero también desde este país le damos lugar al primer presidente liberal-libertario y anarcocapitalista. Parece una tragedia griega. Todo un drama. Pero Francisco es una fuente inagotable de humanización, de diálogo social y de cultura del encuentro, ante este escenario y avanzada de un proceso de deshumanización. Tanto para los colectivos de diversidad sexual, el feminismo, el progresismo y los pobres, de todos los grupos e individuos que sufren la exclusión y deshumanización, allí está Cristo acompañando. Desde ahí, partimos del reconocimiento del otro como a uno mismo y comenzamos a refundar nuestros vínculos sociales. Bergoglio hace décadas que dijo “¡Afuera!”. Pero el “Afuera” de Francisco significa estar en las periferias mentales y geográficas. De las periferias para el centro. Acompañando y abrazando. Construyendo un todos, un “Afuera” que integra.
Juntémonos, ejercitemos mucho el diálogo social y la cultura del encuentro. Encontrémonos los que no pensamos iguales. Acordemos principios básicos. Discutimos mucho, pero intentemos construir la unidad en la diversidad para hacer un proyecto de nación, un país donde quepamos todos y nadie quede descartado. Los argentinos tenemos que poder.
Por último, tengo que pedirle perdón a Marcos Muiño por las chicanas y las ninguneadas políticas respecto a Bergoglio. Marcos, tenías razón.
*Club Arroyito Seco - Liga Infantil de los Barrios.