inundación 2003
La lectura del documento. Foto: Alan Valsangiácomo.

Fernando Pais escribió uno de los libros clave para poder reconstruir cómo y por qué se produjo catástrofe del 29 de abril de 2003. Su "Agua de nadie" es una referencia que tuvo hasta incidencia judicial. Aquí reflexiona sobre la acción de la Corte, la insistencia del movimiento de inundados y la necesidad de seguir descubriendo la verdad de lo sucedido.

"Somos todos inundados" Ese verso da nombre a una canción del recordado músico santafesino Sergio Ramallo, que traza poéticamente un paralelismo entre el río, sus crecidas, y la vida.

Y el arte, como suele ser, pese a no referirse directamente a un hecho, muchas veces, se resignifica en las vivencias cotidianas, y también colectivas.

Porque si en 2003 hubo 130.000 santafesinos inundados por la desidia y la corrupción al ser tapados por las aguas del Salado, desde entonces, y a 22 años del 29 de abril, todos somos inundados por la injusticia que esos hechos tuvieron como garantía de impunidad en la provincia de Santa Fe.

En “Agua de Nadie, la historia de cómo el Salado inundó Santa Fe”, una investigación periodística que hice y que publicó Ediciones UNL en 2008 estas palabras forman parte del capítulo final…

Los sonidos vuelven una y otra vez. Lanchas por las calles, el incesante silbar de los helicópteros de Prefectura y después… el silencio. Un profundo, largo y exasperante silencio. Una ausencia de ruidos de ciudad, y en su lugar, la nada, sólo el agua en las casas. Y en medio de ese escenario, como quebrando la tensión de una pausa con ecos de tragedia, los gritos, el ladrar de los perros en los techos, los disparos en la noche.

Y las imágenes también vuelven, como una obstinada persistencia en la retina del alma que resiste al olvido. El agua turbia que sólo deja adivinar dónde está la plaza del barrio porque asoma la cumbrera de la hamaca. Los hogares abandonados, con los enseres cotidianos flotando en el interior. La vista de cara al poniente, desde la calle seca hacia el fondo, donde el horizonte se transforma en una conjunción indescifrable entre casas y agua.

Pero junto a los sonidos y a las imágenes vuelve la gente. Y todavía los veo, los escucho y los siento. Hombres, mujeres, niños y jóvenes, viejos y bebés. El agua no discriminó.

Todavía los puedo ver defender lo indefendible sin saberlo. Poniendo bolsas en las bocas de tormenta, en las puertas de sus casas, en las vías.

Fue pelear hasta la última esperanza, era defender hasta la última ilusión de no perderlo todo, aunque de tan poco que era hoy pareciera nada. Pero el agua pudo más. Más que miles de manos juntas. Más que el llanto, más que los rezos.

Porfiadamente las mismas imágenes surgen en cada esquina. Es que el Salado dejó una marca imposible de borrar. Basta con tener un poco de memoria, alcanza con no olvidar”.

En 2008 la Causa Inundación todavía estaba en trámite y esta investigación periodística, primero como documental televisivo que realicé con Darío Traffano y luego profundizado en el propio libro, daba pruebas a la justicia, para que por ejemplo, fuera procesado el ingeniero Edgardo Berli, ministro de Obras Públicas de Carlos Reutemann, por aquella nota realizada por Mariano Bravi para Cablevideo Santo Tomé. En esa entrevista para el noticiero diario del canal de cable el funcionario daba cuenta que la defensa de la Circunvalación Oeste protegía no sólo a la ruta sino a la ciudad toda; que la crecida del Salado era una de las más grandes hasta entonces conocidas; y que por intermedio del Comité de Emergencias Hídricas que él presidia se iban a “tomar medidas para evitar males mayores”.

El “Nadie me avisó” del 3 de mayo de 2003 del gobernador Carlos Reutemann cayó por tierra, y pese a ellos nunca fue citado a declarar, ni siquiera como “testigo” de los hechos que produjeron sólo el mismo martes 29 una veintena de muertos en Santa Fe.

Cuando a 20 años de la Tragedia Evitable con la inundación del Salado, Ediciones UNL me proponer publicar la segunda edición de “Agua de Nadie”, porque la primera se había agotado en el mismo 2008, me propusieron actualizar o corregir algo de la primera edición. Decidí no corregir nada de la primera, pero si ampliar con un nuevo capítulo final la segunda, en la que se abordara la Causa Inundación, con su fallo en manos de la Corte Suprema de Justicia de la provincia. Y en esa tarea de reconstruir el camino de los tribunales para los inundados, en especial el actor civil de la causa, y verdadero promotor e impulsor de la continuidad de juicio, como periodista fui a abrevar en las publicaciones de Pausa, y en especial de Milagros Argenti.

Pausa, con la tarea periodística de Milagros, reconstruyó cada paso de la causa, los vericuetos e impedimentos para llegar a una nulidad o prescripción, los laberintos, piedras y desvíos judiciales y jurídicos interpuestos por los defensores de los imputados, o por la propia justicia con su inacción.

Pese a todos los artilugios legales la causa obtuvo un fallo, que dejó fuera a los mayores responsables de la obra inconclusa y el mal manejo de la emergencia en 2003. De este modo, la segunda edición de “Agua de Nadie” suma este capítulo que permite reconstruir, como lo hizo el actor civil, que hubo responsables. Como lo han hecho en otros aportes periodísticos diferentes producciones, muchas de ellas en Pausa.

En los Tribunales, pero también en el trabajo de los periodistas comprometidos con la verdad del Salado, se demuestra y se ratifica que hubo responsables de la tragedia evitable del 2003.

En lo que a mi tarea respecta con “Agua de Nadie”, queda claro que sabían que iba a llover como llovió en todos los meses previos. Que desde el gobierno de Carlos Reutemann sabían que la defensa no estaba terminada en la Circunvalación Oeste, defensa que sus funcionarios y su gestión, junto con la de Jorge Obeid, habían mal construido. En la investigación queda claro, con documentos, con testimonios, que sabían que el viejo puente de la autopista era demasiado estrecho con 157 metros, fuera del meandro del río, puente que ya se había caído en la creciente de 1973.

Quedó probado que sabían que por la brecha de calle Gorostiaga se podía inundar la ciudad, donde terminaba en una absurda pared la defensa que no defendía a la ciudad del Salado. Lo sabían porque en 1995, con la crecida del Paraná, se hizo una defensa precaria con bolsas y tierra del mismo campo de golf del Jockey Club para evitar el ingreso del agua por ese lugar que no tenía más de 15 metros.

Y está probado en “Agua de Nadie” que sabían que en el pico de mediados marzo de 2003, por el lugar que se inundó un tercio de la ciudad, por ese mismo lugar, entró agua un par de días, entre el 10 y el 12 de marzo de 2003. Las fotos aportadas por Marcelo Berrón, publicadas en “Agua de Nadie”, y tarde aceptadas por la justicia, muestran esa entrada de agua. Y lo sabían porque hubo una máquina de Vialidad Provincial trabajando esos días en el lugar, y porque compraron arena y bolsas desde el organismo para usarlas en esa instancia.

Y se demuestra que sabían de los estudios de la UNL sobre las zonas de riesgo hídrico y cotas de la ciudad, porque los tenían la gestión de Reutemann. Y de las advertencias de la municipalidad cuando se terminó la obra en la década del 90’, avisando en la nota firmada por el ingeniero Raúl Jonas, “que corría riesgo la ciudad toda”.

Así que el “Nadie me avisó” de Carlos Reutemann, es una gran mentira.

Una mentira como lo fue el tortuoso camino que la justicia santafesina le hizo recorrer a los inundados para evitarle una condena a Reutemann por sus responsabilidades.

Y luego de un fallo solo contra algunos de sus funcionarios, Álvarez, Berli y Fratti, a la sazón intendente, ministro de obras públicas y director de hidráulica, esa sentencia mínima, tuvo el sello final de la impunidad total con la anulación del fallo por parte de la Corte Suprema de IN Justicia de la provincia en agosto de 2023, una corte presidida Rafael Gutiérrez, primo hermano de “El Lole”.

Pero esa anulación del fallo por parte de los cortesanos del 2023, ni apelado, ni cuestionado por la actual gestión provincial desde los otros poderes del Estado, es decir desde el Ejecutivo o el Legislativo, pese a contar con una mayoría ostensible en el segundo. Porque la anulación del fallo, por cuestiones legales de procedimiento, igualmente no pudo anular la verdad que los inundados lograron probar.

La verdad de que hubo responsables de la Inundación del Salado de 2003.

La verdad de que sabían que la defensa no estaba terminada.

La verdad de que el puente era angosto, y que pese a los estudios y el canon que pago la concesión de la autopista, no lo ampliaron.

La verdad de que en la reunión del Comité de Emergencias Hídrica del 29 de abril tenían el plano de la ciudad con la marca de hasta dónde iba a llegar el agua, y pese a tener esa información, no dieron la orden de evacuación, sino todo lo contrario.

La verdad de que los muertos del 29 de abril, y los que vinieron después con enfermedades, afecciones psicológicas y suicidios, tiñen de impunidad las manos de los funcionarios de los organismos del Estado provincial, pero en especial, la memoria de los responsables políticos de aquellos años.

La verdad que ubica Carlos Alberto Reutemann como principal responsable. Un Reutemann, que al ganar con amplia mayoría en las urnas, parecía tener un “cheque en blanco” para hacer y deshacer en la provincia a su gusto y placer. Todo un aprendizaje del pasado para tener en cuenta en el presente, y en el futuro cercano.

Verdad probada y comprobada, en libros, en notas periodísticas, en la justicia, que pese a la impunidad, sobrevive en la memoria colectiva de muchos santafesinos.

Una Verdad que en democracia reclama todavía justicia.

Una Verdad de los santafesinos, cada 29 de abril, desde aquel primer 29 de abril de 2004, vuelven a gritar en la plaza de Mayo, frente a la Casa de Gobierno y el Palacio de Justicia, “¡INUNDADOS NUNCA MÁS!”.

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