El Cullen, más allá de la emergencia

El director del hospital Cullen, Juan Pablo Poletti.

El director del hospital más grande de la provincia, Juan Pablo Poletti, cuenta cómo trabajan para paliar las situaciones de violencia. Reciben entre ocho y diez casos policiales por día.

El centenario hospital José María Cullen es uno de los ámbitos más sensibles ante la violencia social. De hecho, se registran entre ocho y diez casos “policiales” por día: personas golpeadas o quemadas, heridos de arma blanca o de arma de fuego o intentos de suicidio. Frente a esta situación, las autoridades han tomado medidas tendientes a reforzar la seguridad en virtud de tres factores determinantes: la gigantesca estructura edilicia, la tarea de los 1.740 empleados y la condición de efector de emergencias, el más importante de la provincia.

En palabras de su director, Juan Pablo Poletti, se producen casos “que pueden llegar a generar violencia porque es un hospital de emergencias donde caen todas las situaciones límites, tanto de desesperados porque se enteran de un accidente y el paciente llegó al shockroom. Hay cinco o seis familiares que se enteran a la vez y se los detiene en la entrada. La incertidumbre de saber cómo está el familiar genera un clima tenso porque ya viene tenso por la noticia que recibió”.

—¿Qué acciones se llevan a cabo para atenuar los conflictos?

—Hemos mejorado –aseguró–. Reforzamos la vigilancia y logramos que la primera contención no se haga puerta de por medio con los médicos que están atendiendo en la guardia, sino que se hace en el primer portón de ingreso al hospital que es la garita de seguridad.  Queremos que sea un hospital de puertas abiertas, pero de puertas abiertas para los que requieren salud. No de puertas abiertas para que sea un shopping donde a toda hora puedan venir familiares. Tenemos un horario de visita estricto. Tenemos 350 camas, somos el hospital más grande de la provincia. Las dimensiones del hospital ocupan cuatro manzanas. Tiene 13 puertas de ingreso. Tenemos que ser estrictos en cuanto a los portones cerrados porque se puede meter gente por cualquier lado.

—Se conocieron frecuentes agresiones al personal, ¿qué determinaciones se tomaron al respecto?

—Se tomaron medidas, inclusive con la participación de los gremios. Tuvimos reuniones a nivel ministerial con Amra, UPCN y ATE. Hemos charlado acerca de cuáles son las mejores medidas. No se puede restringir el ingreso a los pacientes. Hemos tomado medidas prácticas en la restricción del acceso a la guardia de todo aquel que no sea paciente. El paciente ingresa acompañado por un familiar. Todos los demás familiares quedan afuera del hospital. Si queda internado, se dará algún permiso provisorio con personal de seguridad que permite el acceso. Pero ya controlado.

El funcionamiento del destacamento policial dentro de la institución también forma parte de esa nueva realidad. “No sé si es lo ideal que un hospital público tenga un destacamento policial. Esto permite que cuando el personal de seguridad requiere presencia policial la tengamos”.

Al mismo tiempo, se colocaron cámaras monitorizadas en sitios fundamentales como el acceso a la sala de espera de la guardia, en el pasillo lateral de la sala de guardia y el acceso al shockroom. Además, se dispusieron puertas reforzadas que limitan el ingreso de personas ajenas al hospital.

Urgencias y más

A la hora de comprender la repercusión de los casos violentos es preciso tener en cuenta que el Cullen está abocado “preponderantemente” a las emergencias y urgencias. “La prioridad es el herido, el traumatizado, el politraumatizado. Tenemos una ciudad en la que andan en moto dos o tres personas y cuando se suceden esos hechos llegan tres pacientes juntos, los tres con el mismo accidente y con la misma gravedad”. Y, en tales circunstancias, entran en acción “cuatro médicos de guardia que atienden dos consultorios, el ‘quirofanito’, donde se tratan suturas de cuero cabelludo, suturas de manos o una mordedura de perro; y el shockroom con cuatro camas respiradas que tiene la atención de la guardia, más siete camas de observación donde quedan pacientes a los que se les hace estudios”, precisó el director.

De esa forma, “cuando ingresan dos o tres accidentados al shockroom, los dos consultorios quedan sin atención. La gente sigue llegando a atenderse, tal vez, por un dolor menor. Pero para el personal médico lo prioritario es salvar la vida de un chico de 15 años que recibió un arma de fuego”. En otros términos, “la gente viene al hospital y quizás deba ir a su centro de salud o a hospitales de segundo nivel. Un dolor de muelas lo puede atender el Sayago, el Mira y López, el Protomédico o el Iturraspe. Si viene, lo vamos a atender, pero los tiempos prioritarios para el hospital son la urgencia. Creemos que la guardia está sobrecargada por atenciones que no deberían venir”, definió.

—Cuando hay sucesos violentos y llegan heridos, ¿se traslada la conflictividad de origen?

—Hemos tenido inconvenientes cuando llegan los dos grupos acá. Eso se está logrando contener porque cuando hay un herido de arma de fuego, la policía le avisa al destacamento. Entonces acá se hace un sistema de bloqueo al ingreso y a todos los familiares se los mantiene ajenos al hospital. Nos ha pasado de no conocer las internas barriales y que internemos en la misma sala al herido con el agresor. Eso está siendo captado y podemos ponerlos en salas diferentes. Cuando alguien fallece, hay que comunicárselo a los familiares. Esa noticia ha llevado a que tengamos roturas de vidrio, gente que pega golpes de puño ante la impotencia del familiar fallecido. Tenemos que tratar de hacer contención. Los profesionales se han capacitado en dar malas noticias. No va se va a mejorar la violencia urbana en el hospital, pero sí podemos contenerla para que nuestros profesionales, nuestras enfermeras, el servicio de mucamas, camilleros, todos los que conforman el equipo de salud estén resguardados de sufrir agresiones. Seguir trabajando en una guardia de 24 horas cuando se muere un chico de 16 años no es fácil. A veces no somos comprendidos de que puede haber una demora hasta que un profesional se recupere para ir a hacer un inyectable.

—Frente a los casos de violencia de género, ¿cómo se actúa?

—Tenemos por la mañana asistentes sociales, no tenemos de urgencia. Los fines de semana hay un equipo de salud mental. No todos los casos son manifestados, podemos sospechar, pero tal vez la agredida no denuncia. En ese caso, se la deja en observación, o si queda internada, y a la mañana siguiente se le da aviso a la asistente social que empieza a trabajar sobre la víctima. Hemos tenido casos en los que el equipo de asistentes sociales ha llevado a pedir salvaguarda y prohibir la entrada del visitante que se hacía el acompañante y, en realidad, la amenazaba incluso internada. Se ha actuado en base a la justicia siempre. Estamos en contacto para dar aviso a la institución que así lo requiera.

—En un caso de adicción, ¿de qué manera se procede?

[quote_box_right]Seguir trabajando en una guardia de 24 horas cuando se muere un chico de 16 años no es fácil. A veces no somos comprendidos de que puede haber una demora hasta que un profesional se recupere para ir a hacer un inyectable.[/quote_box_right]—No tenemos guardia activa o pasiva de salud mental, pero sí tenemos internación de salud mental. Como el hospital Mira y López dejó de ser hospital psiquiátrico, hoy todos los hospitales de tercer nivel podemos internar una patología de salud mental. Contamos con una psiquiatra que viene fuera de hora, tenemos neurotoxicología y si es necesario unidad de terapia intensiva. Al día siguiente, empieza la etapa de trabajar sobre ese adicto para ver la situación en la que ingresó o cómo lo podemos ayudar desde el gabinete de psicología. Tenemos un equipo de salud mental coordinado por una psicóloga. Si se puede, se referencia a su barrio con algún psicólogo que lo siga cerca porque sabemos que si el tratamiento sigue acá, no va a concurrir. El médico de la guardia está para ver la parte clínica, para salvarle la vida al paciente que tiene algún riesgo. El hospital no es una cárcel. No podemos tener atado o esposado a un paciente. Hemos tenido pacientes que se han negado a la atención médica, se han levantado, se han ido y han roto una ventana en el hall central. Tratamos de acompañarlo para que no se golpee ni agreda al hospital. Muchas veces, estamos en el borde entre pasar a ser policía, de tener que detenerlo, sin que haya cometido ningún delito, salvo que no esté en sus cabales, hasta poder medicarlo para tranquilizarlo. Generalmente, cuando ingresa al hospital lo hace por otra patología.

[quote_box_right]“La prioridad es el herido, el traumatizado, el politraumatizado. Tenemos una ciudad en la que andan en moto dos o tres personas y cuando se suceden esos hechos llegan tres pacientes juntos, los tres con el mismo accidente y con la misma gravedad”[/quote_box_right]Con 21 años de trabajo en el hospital –en diferentes roles–, Poletti señaló que “la sociedad ha cambiado, lamentablemente. Los fines de semana hay más accidentes por el alcohol y accidentes de tránsito, en el verano hay más heridos que el invierno. Pero que un jueves a las 7 de la mañana haya un herido de arma de fuego puede ser un hecho normal. Es la realidad de violencia social que vivimos. No nos gusta, pero tampoco podemos cerrar los ojos y no verlo”, concluyó.

El conflicto social y la salud pública

El Nodo de Salud 3 tiene bajo su órbita los hospitales de segundo nivel y centros de salud de los departamentos La Capital, Las Colonias, San Jerónimo, San Justo, Garay y parte de San Javier. Según argumentaron su directora, Natalia Anaya, y el coordinador territorial, Manuel Ferreira, “las situaciones de conflictividad ocurren y son inherentes a la vida en sociedad. Los dispositivos de salud actuales deben poder brindar nuevas respuestas acordes a la complejidad de las demandas. Esto nos lleva a reformular el concepto de salud hacia una mirada más integral que englobe las nuevas formas de padecimiento”.

De cara a tales hechos, “de manera excepcional y por tiempo acotado se ha solicitado a Seguridad Comunitaria y a la Policía que colaboren con el armado de una estrategia integral que prevenga situaciones de violencia o inseguridad, bajo la premisa que esta situación no altere el normal funcionamiento del efector de salud”. Para los funcionarios, “el objetivo es mejorar las relaciones interpersonales entre quienes asistimos y quienes son asistidos, sin descuidar la accesibilidad de la población a nuestros efectores. El hecho de que un conflicto de la vía pública se traslade al hospital público no debiera obstaculizar el acceso a la atención en salud. Los escenarios de la vida cotidiana se han ido complejizando y nos exigen a los efectores nuevas respuestas”, recalcaron.

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